A las siete y media de la mañana
un pasajero del vuelo de Ryanair entre Madrid y Canarias abrió el periódico y
al instante le sacudió una bofetada de aire podrido. Se ajustó las gafas y leyó
atónito que Bankia podría necesitar más de los 19.000 millones de euros pedidos
al estado, apuntan que 65.000. Súbitamente, en la cabina empezó a faltar el
aire y los pasajeros se enchufaron a las mascarillas de oxígeno para superar la
despresurización que causó la noticia.
Mientras perdían altura suplicaban
un rescate y maldecían la parsimonia de un líder que necesita ser empujado al
salón a saludar a sus viejas tías, como aquellos niños pacatos y repeinados que
no se atrevían a pasar de la puerta cuando había visita en casa.
Antes del final feliz del
aterrizaje de emergencia la memoria les jugó una mala pasada y resucitó la
profecía que ayer hizo Obama: “Nuestro camino es más duro, pero lleva a un
lugar mejor”, uno de esos mantras de almanaque que más que una postura política
es un acto de fe ideológico. Se la podría aplicar Mariano como alternativa al eterno
y cíclico ‘haré lo que tenga que hacer’ que tanta inquietud provoca en los
mercados.
Una vez en tierra, algunos pasajeros
sufrieron crisis de ansiedad. Probablemente aquellos que continuaron leyendo el
periódico mientras esperaban las maletas, azotados por la zozobra constante de
una realidad oscura, ridícula y adversa. La señora Cospedal se propone reducir
las cortes a la mitad, consciente de lo incómodo que resulta dar explicaciones
al Parlamento. No se plantea en cambio la necesidad de hacer lo mismo con su
aparato de gobierno, dado que cada vez hay menos dinero que gestionar. Falta
hace que cada vez sean menos quienes piensen, a la vista de los cáusticos efectos
de algunas iniciativas como que el Ayuntamiento de Santander gaste dinero en
enseñarnos a montar en bici o que Madrid y Barcelona siembren su futuro en dos
Eurovegas.