jueves, 6 de septiembre de 2012

Involución


El homo anteccesor, un ejemplar que vivió hace 800.000 años en Atapuerca, era tan canibal como algunos de los africanos que escandalizaron la pusilánime inocencia de nuestra infancia cocinando exploradores en aquellas ollas avivadas por las llamas de la imaginación de los tebeos.

Hoy dice el periódico que comía criaturas de otras tribus para marcar y ampliar su territorio. Miles de años más tarde, la conducta del ser humano se mantiene semejante. Ayer Contador se comió a Purito en una extraordinaria hazaña ciclista camino de Fuente Dé. Y hoy el voraz apetito de Angela Merkel aterriza en España con ánsias de merendarse al melindroso Rajoy, y a lo poco que queda ya de aquello que dicen que fue un estado de bienestar. Los bancos, las eléctricas y las telefónicas, herederas directas del canibalismo del homo anteccesor, reviven su particular Atapuerca fagocitando nuestras cuentas de ahorro y nuestra moral con comisiones, facturas de lecturas estimadas y sin estimar, timos e incumplimientos varios; con intereses hipotecarios vitalicios y demás inventos financieros para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, preservando así el ecosistema deprededador capitalista.

Para sacudirse del yugo de dominación del homo anteccesor algunos se hacen toreros -que es un cada vez más cuestionado canibalismo ritual proyectado sobre otra especie-, otros dan patadas a un balón, y el resto miramos y aplaudimos tratando de esquivar que nos abran los ojos los más de 70.000 pensamientos que nos asaltan a diario. 

Los científicos dicen que el cerebro humano ha reducido su tamaño en un 30 por ciento en los últimos 30.000 años. El equivalente a una pelota de tenis. Los primeros efectos son ya visibles en Putin, quien volará en ala delta para dirigir el vuelo migratorio de las cigüeñas de Siberia a Asia central camuflado con una bata blanca, para que las aves le confundan con su progenitor. Menudo pájaro.