No se qué es más raro, que un juzgado haya condenado a
un sindicalista por tránsfuga, que los chinos coman los churros con queso, que
Mitt Romney sugiera que se puedan abrir las ventanillas de los aviones, o que en
Cantabria se organice un torneo de golf que se llama ‘Cari cari’, pasarela de Pololas
y Pitucas.
Me temo que todas estas referencias de la actualidad
enhebran un inquietante relato que evidencia que nos enfrentamos a una realidad
deconstruida, como las tortillas de Ferrán Adriá y los esperpentos de
Valle-Inclán. Como nuestro particular Ecce Homo, ese rostro deformado del ángel
pétreo, ahora descubierto por una mirada indiscreta, que toca la lira en el
cielo del Casino de Santander con inacabada expresión, como si acabase de leer
en el periódico que hemos gastado cuatro millones de euros y tres años de
trabajo para descifrar el genoma del melón. O que el CSIC, junto con la Politécnica
de Valencia, ha logrado producir geranios sin polen, para que no estornuden los
alérgicos.
Después de esto, se puede digerir sin dificultad que
Rajoy se gastase mil euros en una cena durante la Eurocopa, o que el marido de
la Delegadísima de Madrid está en busca y captura –en ignorado paradero- porque
se le reclama una deuda de más de 45.000 euros.
Cada
semana diez familias cántabras pierden su casa por no poder pagar la hipoteca,
mientras ven en la televisión como en Marte ya aterrizan más aeronaves que en
el aeropuerto de Fabra en Castellón.
Los
científicos siempre han tenido la esperanza de encontrar vida inteligente fuera
del perímetro de la Tierra. Aquí dentro han dado por zanjada la búsqueda sin resultados
dignos de mención. Las intervenciones políticas de Andreita Fabra y las
televisivas de Belén Esteban han reforzado esta certeza. Y lo corrobora el afán de Romney por abrir la ventanilla del avión.
Inteligencia
es lo que usas cuando no sabes qué hacer, dijo el psicólogo suizo Piaget. Y ya se sabe que en la sociedad actual estamos todos muy ocupados.