miércoles, 12 de septiembre de 2012

Cicuta literaria


Luis Antonio de Villena dice hoy en El Mundo que todo personaje interesante es políticamente incorrecto, lo que condena al limbo del antónimo de la seducción a la mayor parte de los nombres propios de la actualidad. Villena se refiere a Houellebecq, sugestivo, insolente, vitriólico escritor que dibuja historias de fracaso con cicuta, amargas como esa realidad gris que nos atrapa en donde no habitan caballeros, ni héroes ni duendes mágicos, donde Esperanza Aguirre es una caricatura de la Thatcher y Sánchez Gordillo un esperpéntico Robin Hood.

Como en los escenarios de la derrota del escritor francés, uno de cada cuatro jóvenes españoles ni estudia ni trabaja, mientras 16,9 millones de trabajadores sostienen a casi nueve millones de pensionistas y seis millones de parados. La Seguridad Social recurre por primera vez en la historia a las reservas para pagar las pensiones. Descuartizan una ternera en Liencres para robar la carne. Y, por primera vez, los palestinos se han echado a la calle para manifestarse contra los recortes económicos, y no contra Israel.

La sombría y lánguida realidad que contienen estas píldoras nos enfrenta a un futuro incómodo que parece diseñado por la pesimista pluma de Houellebecq. Ahora que se ha descubierto cómo atacar a las células resistentes a la quimioterapia, ojala pudiésemos aplicar el método a los testarudos mercados financieros, inmunes a reaccionar con inyecciones de sentido común económico.

Empiezo a sospechar que remamos en la dirección contraria. El libre mercado no es un paraíso de oportunidades para todos, es solo un negocio para cuatro privilegiados. Más concretamente, para los quince clanes que controlan la bolsa española y para las diez multinacionales propietarias de todo lo que compramos en los supermercados, amén del oligopolio del petróleo o las industrias farmacéuticas.

Las páginas de `Las partículas elementales´ del provocador escritor francés han cobrado vida propia más allá de la imaginación del autor y de los ojos del lector. Ahí queda impreso el retrato del ocaso del pensamiento burgués y el fracaso de los sistemas que algunos –ingenuos o interesados- aún plantean como alternativa, como el lugar donde hemos sido felices y al que debemos volver. A sabiendas de que nos ha hecho naufragar.