Luis Antonio de Villena dice hoy
en El Mundo que todo personaje interesante es políticamente incorrecto, lo que
condena al limbo del antónimo de la seducción a la mayor parte de los nombres
propios de la actualidad. Villena se refiere a Houellebecq, sugestivo, insolente,
vitriólico escritor que dibuja historias de fracaso con cicuta, amargas como
esa realidad gris que nos atrapa en donde no habitan caballeros, ni héroes ni
duendes mágicos, donde Esperanza Aguirre es una caricatura de la Thatcher y Sánchez
Gordillo un esperpéntico Robin Hood.
Como en los escenarios de la
derrota del escritor francés, uno de cada cuatro jóvenes españoles ni estudia
ni trabaja, mientras 16,9 millones de trabajadores sostienen a casi nueve millones
de pensionistas y seis millones de parados. La Seguridad Social recurre por
primera vez en la historia a las reservas para pagar las pensiones. Descuartizan
una ternera en Liencres para robar la carne. Y, por primera vez, los palestinos
se han echado a la calle para manifestarse contra los recortes económicos, y no
contra Israel.
La sombría y lánguida realidad
que contienen estas píldoras nos enfrenta a un futuro incómodo que parece
diseñado por la pesimista pluma de Houellebecq. Ahora que se ha descubierto cómo
atacar a las células resistentes a la quimioterapia, ojala pudiésemos aplicar
el método a los testarudos mercados financieros, inmunes a reaccionar con inyecciones de sentido común económico.
Empiezo a sospechar que remamos
en la dirección contraria. El libre mercado no es un paraíso de oportunidades
para todos, es solo un negocio para cuatro privilegiados. Más concretamente, para
los quince clanes que controlan la bolsa española y para las diez
multinacionales propietarias de todo lo que compramos en los supermercados, amén
del oligopolio del petróleo o las industrias farmacéuticas.
Las páginas de `Las partículas
elementales´ del provocador escritor francés han cobrado vida propia más allá
de la imaginación del autor y de los ojos del lector. Ahí queda impreso el
retrato del ocaso del pensamiento burgués y el fracaso de los sistemas que
algunos –ingenuos o interesados- aún plantean como alternativa, como el lugar donde
hemos sido felices y al que debemos volver. A sabiendas de que nos ha hecho
naufragar.