martes, 4 de septiembre de 2012

El cielo de los 'sin blanca'


Hoy que conocemos que en España hay 38.179 parados más, correspondería difundir a cuántos desempleados se ha contratado en Alfoz de Lloredo con los gintonics solidarios a precio de saldo con limones de Novales que se tomaron los políticos populares este verano para recaudar fondos a tal fin.

A la postre, aunque singular y desconcertante, esta peculiar tómbola alcohólica -si acaso derivó en algo- es la única iniciativa directa para generar empleo que se ha puesto en marcha en Cantabria en los últimos meses, más allá de los recurrentes anuncios de que abrirán sus puertas una empresa que competirá con Hergom, una universidad privada y algún almacén comercial. Proyectos que se van dilatando y, que en todo caso, no podrán equilibrar el saldo negativo de la balanza de empleo cántabra sacudida por constantes regulaciones de empleo.

Mientras recurrimos a los gintonics como política de empleo, estamos a la espera de ver germinar los frutos de InverCantabria, con el mismo escepticismo con el que todavía esperamos recolectar alguno de su predecesor Plan de Gobernanza. Tópicos de legislatura; todos quieren tener un plan de gobierno para incumplirle, como ya hacen con los programas electorales.

En Santander ya hemos atravesado varias fases, primero fracasamos como capital cultural y ahora aspiramos a la inteligencia urbana, que vamos camino de trasmutar en su antónimo gracias a un alcalde que presume de que puede controlar desde su móvil que cantidad de basura por minuto acumulan los contenedores de la ciudad. Se trata, sin duda, de un conocimiento vital para el desarrollo de la convivencia urbana y del estado de bienestar. Supongo que, en paralelo a esta desconcertante iniciativa, unos paneles indicarán en tiempo real a qué contenedores se pueden dirigir quienes ya no cobran ni los 400 euros para rescatar yogures caducados y fruta podrida.

Sea, pues, bendecida la inteligencia de Santander pues –de otro modo- los indigentes, que cada día somos más, podríamos caer en la tentación de evocar la toma de Perejil y conquistar la isla de Mouro para reivindicar que aviones de la ONU nos lancen paquetes de ayuda humanitaria, como si fuésemos Bankia y nos lloviesen 4.500 millones de euros del Frob (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), que es el cielo de los sin blanca.

¡Quién fuera banco podrido o comunidad autónoma saqueada! Con todas las instituciones que llevamos años manteniendo solo podemos llamar a la puerta de Cáritas. O a la de Carlos Divar, a quien –todavía- algún tonto, hoy, aplaude que renuncie a la indemnización que gastó por adelantado en hoteles, cenas y viajes de lujo que nunca pagó. Ni devolvió.