La crisis no vence lo
prescindible y arremete contra lo urgente. Hoy desembarca el emperador Carlos V
en Laredo, y será recibido con más honores que los políticos cántabros en el
acto de apertura del curso universitario donde, al parecer, han probado en
directo las amargas mieles del desencanto ciudadano con el sonoro abucheo de un
centenar de estudiantes.
Los ciudadanos normales -no se
precisa un coeficiente extraordinario- no acertamos a desentrañar la paradoja
de que en este país tenemos dinero para recrear oropeles imperialistas de cartón
piedra y no para sostener la educación o la sanidad.
Esta desasosegante sensación de recelo
sobre el cuestionable empleo del dinero público planea sobre nuestras humildes
cabezas cada día, nada más despertar a la crisis con la primera luz de la
mañana. Y la impresión se agrava a medida que las caducas hojas de realidad del
periódico caen sobre nosotros como pesados ladrillos de desesperanza.
Otra vez nos predican austeridad,
mientras las camas de geriatría vuelven al hospital de Liencres, donde estaban
hace dos años y desde donde se trasladaron a la Residencia Cantabria, para lo
que se acometió una costosa rehabilitación de la octava planta ahora inútil,
por este caprichoso vaivén de los políticos de turno; quiénes luego pretenden
hacernos creer que van a ahorrar en euro por cada merienda de café con leche y
cuatro galletas que no se tome un enfermo.
Ayer, a esa misma hora, cuando
los pacientes de los hospitales cántabros mojan la gravosa galleta –a la
Consejería de Sanidad le cuesta cada una 20 céntimos, dicen-, en el Congreso se
aprobaba un crédito de 1.782 millones de euros para comprar armamento militar.
El ministro del ramo argumentó que “la industria de defensa es necesaria y
genera riqueza” entre ellas, a la suya, a la empresa de la que el señor Morenés cobró
hasta antesdeayer.
La perspectiva no mejora en la
sección de economía porque, al parecer, el señor Ambrosio todavía sigue apegado
al sillón de la extinta Caja Cantabria, cuando fue cesado en mayo y además
tiene que devolver 120.000 euros en dietas que no tenía que haber percibido. Al
parecer, no es una prioridad y el consejo de Liberbank ha postergado la decisión,
para que siga cobrando sin merecerlo -se deduce- y exhibiendo sin pudor una vez más esa falta de
notorio control sobre el dinero en las cajas de ahorro que nos ha dejado como
estamos.
No aprendemos. Otra política
presidirá desde ahora la Comisión Nacional del Mercado de Valores, la diputada
popular Elvira Rodríguez, sin duda un nombramiento que garantiza la tan
ponderada y nunca respetada independencia en las instituciones y organismos económicos.
El ministerio de Wert, por su parte, va a gastar 500.000 euros
para hacer el enésimo estudio sobre la apertura de las Cuevas de Altamira,
mientras el Gobierno pretende reventar el subsuelo cántabro en busca de petróleo
con las infiltraciones del fracking.
Cáritas atiende ya a un millón de
personas, a quienes el estado no protege ni ayuda porque está muy ocupado en
los anteriores menesteres. Incluso Woody Allen, que se estrena hoy en las
pantallas, ha sido seducido por el fascinante mundo de la subvención, y solo
rueda en Europa por encargo del gobierno de turno spots propagandísticos que, aún
así, siguen mereciendo asumir la subida del IVA en el precio de la entrada.
Por cierto, ayer robaron el
cepillo de la iglesia de La Asunción de Torrelavega en plena misa. Se llevaron
la hucha, que pesa más de veinte kilos y solo tenía cuatro euros. Ni que el
golpe lo hubieran preparado desde algún consejo de ministros o de administración.