miércoles, 30 de enero de 2013

El rey desnudo

Un museo de Viena permitirá visitar sin ropa una exposición sobre desnudos, de tal manera que resultará difícil determinar donde está el espectáculo visual: Si colgado de las paredes o circulando por los pasillos.

Hasta que la cosa degradó con Full Monty y ahora todos los bomberos del mundo apagan la fogosidad del morbo colectivo haciendo calendarios de Navidad con el culo al aire, quitarse la ropa ha sido históricamente una simbólica forma de protesta. Las rebeldes se libraban del sujetador, acortaban la falda, hacían topless; España celebró la libertad democrática con un casposo destape y, aún años más tarde, el pezón disparado de Sabrina sacudió la sociedad con una ardiente intensidad en la escala Richter. Como si la ausencia de ropa fuese capaz de liberarnos de paletos complejos y nos hiciese más modernos.

Pero aún hoy nos tutela un rey desnudo. Un hombre que, ante el estupor de muy pocos, se pasea con un traje nuevo transparente que deja ver las miserias de la institución y a quien, empalagosos cortesanos de todos los estamentos sociales, aún alaban con almibarados epítetos.

El rey está desnudo. Atrincherado en un pasado que ya no nos pertenece, sostenido por la fragilidad de la cavernaria fe en la herencia y en la sangre azul, representando un ficticio papel de hombre respetable y ejemplar que se esfumó cuando disparó aquel elefante en Bostwana y, ahora, indecorosamente comprometido en el escándalo financiero que rubrica su yerno, cuya investigación cada día escala un peldaño más hacia el trono.
Mirando desde su palacio, también ahora de cristal, al frente de un país azotado por la incertidumbre y la pobreza, lastrado por la corrupción que también destila su familia y que encubre y aplaca con ridículos paños calientes –como borrar a Urdangarín de la web real-, abusando así de la confianza recibida por los servicios que un día prestó al país y que no le eximen de comportarse con la debida honestidad y transparencia.

Un yerno que se apropia indebidamente de fondos públicos; un monarca que se divierte en cacerías africanas y carreras de coches en Dubai, que regala títulos aristocráticos a los amigos y que permite que su amiga íntima represente oficialmente a España; una consorte que se va de compras de Navidad a Londres; una nuera de vacaciones con las amigas en Nueva York; 27 coches de lujo en el garaje de Zarzuela y todas las pagas extras. Todo ello revela una gran sensibilidad hacia los problemas de un país que agoniza bajo los perversos efectos de las malogradas políticas económicas. Pero, aún así, se siente ejemplar y cada nochebuena nos regaña con una prédica de cura de aldea y nos pide los esfuerzos ante la crisis que él, por supuesto, no hace.

Hoy, la institución monárquica que con tanto orgullo dice que representa, es un escaparate más de corrupción y una escandalosa evidencia de que en este país todos no somos iguales. Empezando por la ciudadana Cristina de Borbón y acabando por él, nuestro rey desnudo, ese privilegiado campechano que aún no ha tenido a bien explicarnos qué pintan personas a su servicio en toda esta operación de saqueo de dinero público.
En todo caso, el rey desnudo ha de tener presente -como dijo Séneca- que lo que las leyes no prohíben puede prohibirlo la honestidad. 

martes, 29 de enero de 2013

La cumbre y el precipicio


Precisamente hoy un antiguo satélite ruso lanzado en 1983 colisionará contra la Tierra, aunque no nos aplastará porque los científicos creen que se desintegrará al entrar en contacto con la atmósfera.

Es un poco como las medidas del Gobierno de España que vamos soslayando con una resignación estúpida y que amagan con servir de algo, para acabar diluyéndose en la nada cuando atraviesan la barrera de la realidad.

Precisamente hoy España alcanza nueve millones de pensionistas y casi seis millones de parados y solo 16,3 millones de personas en activo que encima, ahora, tienen que estar agradecidos aunque la mayoría cobran menos por trabajar más.

Este es el resultado del remedio fracasado de una reforma laboral, las feroces políticas de austeridad, la subida de los impuestos y del suministro eléctrico, el copago farmacéutico, y demás ocurrencias de otro gobierno a la deriva azotado por la incertidumbre y la inexperiencia.

Ya lo advirtió Tácito, para quienes ambicionan el poder, no existe una vía media entre la cumbre y el precipicio. Todas las decisiones que se han tomado hasta ahora han forjado este devastador escenario de teatro de títeres. Todos los pasos que se han dado nos han conducido a peor. Todo los esfuerzos, exclusivamente asumidos por los ciudadanos que menos tienen; todo el sufrimiento que causan estas abusivas e inmorales decisiones no han servido para nada. O igual si, a lo mejor están sirviendo para sostener un sistema de desigualdad del que se lucran los de siempre.

Pasan los meses y empeoramos en lugar de mejorar; seguimos mirando al cielo esperando inútilmente un chaparrón que fertilice el estéril páramo económico en el que naufragamos, y que al fin prendan los manidos brotes verdes que solo ven Zapatero y Fátima Báñez, como solo la Virgen se le aparece en este país a Pitita Ridruejo.

Ibsen decía que buscar la felicidad en la vida es un acto de rebeldía, algo a lo que no se puede renunciar. Cuando, además, tanta sumisión no funciona, la solución no es que nos conformemos con seis meses de tarifa plana para autónomos.

Dicen que la indignación y la determinación son dos de las grandes emociones que conducen al cambio. Habrá que empezar a practicarlas.

jueves, 24 de enero de 2013

Curso de milagros


El Gobierno de Valencia imparte cursos de milagros. Los sesenta alumnos admitidos aprenderán a aplicar prodigios marianos –de la Virgen, no de Rajoy- con los que aliviar la caída al abismo económico y moral por el que nos precipitamos. Urge que la primera promoción de este singular curso entre ya en acción, porque sólo un milagro nos separa de la miseria después de conocer que España tiene la mayor tasa de paro de su historia y que el Gobierno, tan brioso como siempre en la búsqueda de soluciones, haya confirmado que seguirá creciendo este año.

En Japón han reaccionado con más rapidez, el ministro de Finanzas ya ha pedido a los mayores que se den prisa en morir para reducir gastos. Aquí, en España, aplican el método inverso, primero nos reducen el gasto en sanidad y medicinas, y así caemos antes; sin necesidad de andar, como los nipones, apelando a la solidaridad de los ancianos, que es mucho más feo y reprobable, aunque el fin sea el mismo.  

El curso de milagros subvencionado por el Gobierno valenciano podría fichar como ponentes a algunos expertos en multiplicar los euros como panes y peces sin necesidad de prédica ni parábola previa, como Urdangarín –a quien, como hoy se desvela, el asesor del rey ayudó a crear la fundación que evadió capitales-, la Pantoja y Julián Muñoz, Rato, Teddy Bautista o Díaz Ferrán.
Y otros como el director de la Fundación Ideas, Carlos Mula, que suspendió en milagros y no ha podido emular, más que con el hilarante conato de la falsa columnista Amy Martín, la capacidad de estafa de los corruptos estrella de este país.

Nada se salva. La casa real, los partidos políticos, la SGAE, la administración pública, la patronal, las cajas de ahorro, el deporte –véase el tramposo Amstrong-, y hasta la iglesia de la terrorífica Sor María que ayer emprendió el vuelo a la eternidad, donde compartirá infierno con Pinochet, Franco y otros camaradas que tampoco purgaron sus pecados en vida.

Claro que, por si acaso los milagros tampoco funcionan, se imparte otro curso, La creencia en lo visible y en lo invisible, para discernir si Rajoy ignoraba los tejemanejes de Bárcenas, o si Mulas no conocía a Amy Martín, como algunas versiones oficiales quieren hacernos tragar.

Respecto al paro, siempre quedará la posibilidad de que el popular Bárcenas nos contrate de temporeros en su finca argentina, que dicen que abulta como tres Barcelonas, para recoger limones y exprimir el zumo amargo de la corrupción. 

martes, 22 de enero de 2013

El club de las malas personas


Un ufano príncipe Enrique de Inglaterra presume de haber matado algunos talibanes durante las veinte semanas que pasó en Afganistán como piloto artillero de helicópteros Apache. Absolutamente desolador es el comentario que ha hecho: “Es un placer para mi, porque soy una de esas personas a las que les gusta jugar a la PlayStation y la Xbox, osea que soy útil con mis pulgares”.

Obama renovó ayer votos como mandamás mundial, y en la efervescencia de la liturgia prometió defender a los gays y a los inmigrantes mientras mantiene abierta Guantánamo. Una generosidad que contrasta con la ligereza con la que ha despachado a más dos mil personas hacia el más allá, fruto de la guerra secreta que libra en países como Pakistán, a cuyos ciudadanos fulmina en escandalosas operaciones militares sin remordimiento alguno por su parte, ni por parte de la sociedad norteamericana. El número de malhechores no autoriza el crimen, proclamó Dickens.
En el discurso se atrevió incluso a reclamar más control para las armas, aunque él seguirá jugando a la guerra, con sus drones, y a las películas de espía, con la CIA. Como hicieron los Bush, aunque a ellos no les han aplaudido con un Nobel de la paz por ello.

Aquí, el Gobierno de España ha emprendido una cuestionable cruzada para indultar homicidas al volante. Ha empezado por el cliente del hijo del ministro de justicia, y seguirá en breve con el ciudadano Carromero, a quien la familia popular arropa con el mismo entusiasmo sectario con el que Bildu defiende a sus ovejas negras y que, con una celeridad impropia del sistema judicial español, ya duerme en su casa y se ha reincorporado a su puesto a dedo en el Ayuntamiento de Madrid.

Lo más preocupante es que probablemente todos ellos se consideren buenas personas. Quién juega a los marcianos con vidas humanas, quien asesina inocentes porque les tiene miedo, quienes eximen de la ley a sus compañeros de filas.

No es de extrañar que ante semejantes principios morales, el Gobierno de España no haya tenido pudor alguno en rebajar los requisitos de honorabilidad que se exigen para dirigir un banco. Rajoy ha cambiado la ley para permitir que quienes han estado condenados por la justicia se pongan al frente de las entidades bancarias. Como si no hubiésemos tenido bastante con los del certificado de penales limpio.

Así es como atajan la corrupción en el Gobierno. Así es como funciona el mundo. Para que triunfe el mal solo es necesario que los buenos no hagan nada. El silencio nos hace cómplices. No hacer el bien es un mal muy grande, dijo Rousseau. No hagáis el mal y no existirá, dijo Tolstoi. Pero ser bueno no es tan rentable para los voraces bolsillos de quienes nos dominan. 

lunes, 21 de enero de 2013

La lectora de sueños


He leído en el periódico que se buscan voluntarios para leer, para narrar historias a otras personas que no pueden disfrutar del placer de leer pero si de escuchar. Siempre he querido ser los ojos de otro, recorrer esos párrafos literarios que me han emocionado tanto, compartir las mismas emociones que destilan los narradores y poetas con los que he crecido, descubrirle nuevas lecturas y palabras, narrar historias, descorchar su imaginación, dejar que broten sensaciones, conquistar sueños.

Una vez quise cumplir ese sueño, quise crear mi propio personaje de una novela en construcción. Hoy en día, con esa cursilería tan propia de esta sociedad sin imaginación, dirían que sufrí un arrebato emprendedor, que no prendió -ya avanzo- porque solo fue una quimera y nunca un negocio.

Estudiaba un master en Madrid que me costaba mucho pagar y a la abogada con la que compartía piso se le ocurrió montar un negocio de lectura a domicilio. Así lo hicimos. Diseñé un anuncio en un ordenador que hoy me parece prehistoria y comencé a buzonear por las casas de la Colonia de El Viso, en Madrid, vecinos ricos, entonces, de nuestro modesto piso de alquiler en una de las costillas del esqueleto de Avenida América. Decía algo así como “Lectores a domicilio. Susurramos poemas, corremos aventuras, viajamos, provocamos lágrimas y risas, construimos sueños”, y concluíamos con una frase que nos suministró la memoria de un conocido: “Para viajar lejos no hay mejor nave que un libro”.

Nadie llamó. Se sucedieron los días y olvidamos aquella fracasada iniciativa. Una perezosa tarde de julio, cuando Florentino Ariza consumido por la fiebre del amor escribía su primera carta a Fermina Daza, esa mujer que parece que solo existe porque él la inventa en sus sentimientos, sonó el timbre del teléfono y volví al presente.
Una voz de mujer preguntó por los lectores a domicilio y dijo que estaba interesada en soñar desde su butaca con alguna aventura que ya no podría vivir. Me pareció la clienta ideal. Quedamos al día siguiente. La señora vivía en uno de aquellos coquetos chalet de El Viso cercados con una impresionante muralla blanca. Siempre la encontré sola. En un salón acristalado invadido por cuadros, plantas, libros, alfombras y tapetes. Había mucho de todo. Era una estancia abigarrada, pero sobre todo demasiado abrigada para aquellas tardes de verano marchitadas por el sofocante calor de Madrid.
Ella no dejó que yo leyese alguno de mis fragmentos preferidos de libros, que es una de mis aficiones, releer los párrafos que más me gustan y que están señalados en toda mi biblioteca. Tampoco me permitió elegir un libro, ni siquiera un autor. Con un gesto sobrio me señaló una novela que descansaba sobre un sofá tapizado con desagradables escenas de caza. Olía poderosamente a nardos. Aún hoy ese aroma me transporta a ese sofá.
La novela resultó ser muy floja, lo cual para mi fue una enorme decepción. Aspiraba a relatar la vida recatada de una señorita de provincias, poco estimulante intelectualmente y demasiado puritana. Los primeros días apenas leía un cuarto de hora, me pagaba y me despedía. Ni siquiera a ella parecía apetecerle demasiado esta lectura.

Sin la literatura solo se vive una vida, que es la nuestra, pero los libros nos permiten vivir muchas más a través de las vidas de otros. Puedo envolverme cada día en una piel distinta, y llenarme el corazón y la cabeza de sentimientos y razones que no conozco, mientras voy forjando en mis sueños un paraíso artificial que se construye a medida que mi mirada va conquistando párrafos. Me alimento de palabras que van modelando mi vida, de experiencias de los personajes creados por el escritor, de las razones del poeta, de las contradicciones del ser humano, de las lágrimas y las risas del novelista. De tormentas, de aventuras, de incertidumbres, de amor. De todas las pulsiones que estallan al abrir la tapa de un libro.

La tercera tarde de tedio y calor me vino a la memoria la cita de un escritor americano: No hay dos personas que lean el mismo libro. A partir de entonces decidí que podía apropiarme de él y empecé a inventarme párrafos de la historia. Al principio hacía tímidas incursiones por mi cuenta. Añadía frases más sentimentales, juicios más feroces. Corregía sobre la marcha algunas decisiones de la protagonista, que ahora se rebelaba como una mujer con poderosa personalidad.
Con el paso de los días fui cogiendo confianza y al final de la semana aquella bazofia de novela se había acabado, pero yo seguía sosteniendo el libro entre mis manos leyendo páginas inexistentes, improvisando escenas y diálogos, construyendo una historia en la que yo misma estaba misteriosamente atrapada.

El problema fue que aquella mujer quedó prendada de la historia. Y cuando por fin aquella heroína que inventé dio su último suspiro, la señora quiso volver a leer aquel libro, aquel que no existía porque yo me lo había inventado. “Quiero escuchar otra vez el mismo. Ha sido una lectura preciosa”, exigió.
Al día siguiente, a la hora acordada, aquel sofá tapizado de escenas de caza estaba vacío. Así siguió un día tras otro. No pude volver. No quise reconocer que aquel libro no existía y que tampoco la memoria me bastaba para recuperarle. Aunque, en realidad, tampoco importaba, porque como dice Bioy Casares, el recuerdo que deja un libro es más importante que el libro en si. 

jueves, 17 de enero de 2013

El chocolate suizo


La prensa da cuenta hoy de que Pere Gimferrer estrena un libro de poesía donde además de reflexionar sobre el amor y la escritura, dedica versos a la corrupción y al crimen. Por sus poemas desfila Urdangarín –retratado como alfeñique de pupila azul- y el desfalco del caso Palma Arena, Matas y María Antonia Munar; asoman referencias a Noam Chomsky, e incluso se rescatan los asesinatos de los etarras Lasa y Zabala a manos del GAL.
Gimferrer está convencido de que la poesía es una herramienta moral y no está dispuesto a glosar a los pajarillos y las flores mientras el mundo se derrumba.

Dos páginas después, el periódico alerta sobre el poder terapéutico de las heces, para tratar cierto tipo de diarreas. El tratamiento consiste en tragar por sonda 141 gramos de excrementos procedentes de un donante sano mezclados con suero salino.
En realidad este repugnante antídoto no es una receta tan novedosa. Todos los días nos hacen tragar nuestra dosis de estiércol, una vacuna que busca hacernos inmunes a la corrupción que practican quienes nos alimentan de noticias.

Hoy sabemos que el senador más votado en la historia de Cantabria, Luis Bárcenas, amasó una fortuna de 22 millones de euros mientras fue gerente del Partido Popular, sin duda forjada practicando las medidas de austeridad que Rajoy nos ha impuesto a todos. Lo fermentó en Suiza, entre vapores de chocolate, como ahora ellos afean a los ‘Pujoles’.
Así, tacita a tacita -que decía el anuncio- Bárcenas fue cultivando millones, hasta el punto de que un día su mujer rompió el cerdito y se presentó en el banco a ingresar medio millón de euros en billetes de quinientos. Nunca les gustó ahorrar solo calderilla.
Su jefa Cospedal ya se está retractando de aquel compromiso que adquirió en el fragor de la batalla catalana: “Si el PP tuviera cuentas en Suiza yo tendría que dimitir”.

Su compañero de filas Ignacio González ha adquirido un dúplex de quinientos metros cuadrados en Marbella a través de un paraíso fiscal.
Y Gallardón hoy dispara doble ración de excrementos: Ha indultado a un conductor kamikaze condenado a trece años de cárcel por matar a un joven, cuyo caso casualmente defiende el despacho de abogados en el que trabaja su hijo, Gallardonito III. Y el poder judicial duda de la legalidad de la reforma del códido penal que impulsa quien pasmosamente ha medrado en la política camuflado con piel de progresía intelectual. Un texto, que entre otras escandalosas arbitrariedades, se reserva el derecho a mantener a un reo en prisión hasta diez años más tras cumplir su condena, si el ministro de turno así lo considera.

Hasta los meritorios de provincia, como Eduardo Arasti, a quien su itinerario curricular de meteorólogo avala para ser consejero de Industria de Cantabria, contagiado del entusiasmo antidemócrata de Gallardón, se niega a desvelar cuánto dinero público nos cuesta el convenio con Ryanair porque es un asunto confidencial.

Algo huele a podrido al sur de Dinamarca. Es un hedor insoportable, que nos fuerza a taparnos la nariz para ver el telediario. Una corriente de corrupción que transita por las alcantarillas de la realidad. Donde Urdangarín sigue siendo el rey.

miércoles, 16 de enero de 2013

Militar en la duda


La sede de El País en Gran Vía será ocupada por Primark, la reina irlandesa de las bragas baratas. No puede haber una metáfora más gráfica de la decadencia de la civilización, del paso a una nueva era donde el consumismo feroz sale fortalecido frente a la libertad de expresión. Porque entre ir de compras y leer un artículo de fondo, la mayoría de la población se alistaría a la conquista de un pijama de saldo elaborado en un taller en Vietnam, antes que afanarse en la lectura de cómo se ha fabricado, sobre lo cual puede haber varias versiones, dependiendo de la rotativa que haya fabricado esa realidad.
Definitivamente comprar no resulta menos complejo, porque en el fondo es como leer periódicos. No podemos soslayar la etiqueta. No podemos adquirir productos sin interesarnos por dónde, cómo y quién los fabrica, de la misma manera que tampoco es honesto hacer lo propio con la información, que también conviene valorar de dónde procede, quién la emite y a quien beneficia o perjudica. Una verdad debe ser una deducción de otras verdades, proclamaba Aristóteles.

Los negocios de Gran Vía, que se van dando el relevo, no son tan dispares como parece en principio. Probablemente ambos se afanan en que solo nos fijemos en el resultado final, sin someter este a un test de credibilidad y honestidad que debiera resultar obligado para el ciudadano que los consume.
Pero es demasiado fatigoso practicar un constante ejercicio de escepticismo, someter todo a cuestión. Es más fácil conformarse con los titulares y militar en el pesimismo amargo que nos lleva a concluir que todo es inmutable.
Algunos bichos raros, las ovejas negras del sistema, se protegen de este perverso efecto narcotizante con altas dosis de sentido común.

Son aquellos que cuando el mismo Gobierno que inspiró la –por cierto, fracasada- amnistía fiscal anuncia que difundirá la identidad de defraudadores y morosos, temen que las listas negras puedan derivar en un arma política para incluir y proteger a quién convenga, que para eso quienes mandan se reservarán la facultad de decidir los nombres que militarán en ellas.

Son aquellos que no corren detrás de las liebres, que no se conforman con que el exconsejero de Sanidad madrileño Güemes, que ya carga con el sambenito de ser marido de Andrea Fabra, dimita de la empresa que ahora gestiona los análisis que él mismo privatizó, porque era incapaz de gestionar desde lo público pero no desde lo privado, al parecer. La solución no es que este señor renuncie, porque el favor ya está hecho, sino en que alguien tenga la decencia de revocar la concesión.

Son aquellos que, como el ensayista británico Carlyle, creen que el escepticismo significa no solo la duda intelectual, sino también la duda moral. No debemos acomodarnos ni en el aplauso ni la negación, pero si en la duda. De lo contrario, nos seguirán manipulando con sus torpes estrategias y argumentos, que consisten básicamente en reivindicar que siempre hay otro que lo hace peor. 

martes, 15 de enero de 2013

Más que monos


Pío Baroja decía que el hombre está un milímetro por encima del mono cuando no un centímetro por debajo del cerdo. La prueba es Gina, la mona pornoadicta del zoo de Sevilla, a la que entregaron un mando a distancia para que viese la televisión en su jaula. La explicación a que su canal preferido sea el pornográfico probablemente reside en que el mono imita los gustos del hombre dado que, sexo, es el término más buscado en Internet y que cada segundo hay 28.528 personas viendo pornografía frente a su ordenador.

Reventando la teoría evolutiva, Nietzsche sostenía que los monos son demasiado buenos para que el hombre pueda descender de ellos. Pero hoy la prensa nos sorprende anunciando que los simios comparten con el hombre el sentido de justicia porque, al parecer, reparten de forma equitativa las recompensas. Algo que, en realidad, no está imbricado en el código genético humano porque la equidad, la justicia y la igualdad siguen siendo asignaturas pendientes. Para comprobarlo basta pasearse por el pretérito y el presente de la humanidad. Vamos, que dos personas compran a medias un décimo de lotería y, si éste resulta premiado, el que lo tenía guardado se queda con todo el premio.
Este es, básicamente, el sentido de justicia del ser humano que ha tratado de compensar inventándose el derecho que, como lo interpretan y aplican hombres, tampoco es necesariamente justo. Lo que pasa es que ya estamos resignados a no exigir ni siquiera lo que es legal, y mucho menos ahora que con el tasazo legalidad y justicia solo pueden ser reivindicados por quienes más dinero tienen.

Pero cualquier mono, incluso hasta el último mono de este país, tiene más sentido de la justicia y de la vergüenza que los banqueros y políticos como Maricospi la tres sueldos o Rato, por poner dos ejemplos de personas que el sentido que más han desarrollado es el de la codicia y el interés personal.

La verdadera novedad del experimento con monos es que alguien a estas alturas defienda que el hombre tiene sentido de la justicia. Desde luego no quienes nos gobiernan. Es verdad que tampoco nadie esperaba que si dejas ver la tele a un mono se pudiera entretener con el rosco de Pasapalabra, pero no está muy claro que ver Intereconomía en vez de porno pueda contribuir a forjar un mayor bagaje intelectual en la mona andaluza. El escritor Edgar Wallace sostenía que un intelectual es alguien que ha encontrado algo más interesante que el sexo, eso justifica que actualmente sea una especie prácticamente en extinción.

Hay expertos que cuantifican asuntos verdaderamente subyugantes, como que los  hombres y mujeres tenemos entre nueve y diez pensamientos sobre sexo al día. Estadísticamente, Gina tenía dos opciones. Y si no ha elegido el fútbol es porque hasta en el mundo de los simios también funcionan los estereotipos sexistas. 

Definitivamente los monos nos han ganado la partida. Tienen el sentido de justicia del que carecemos, consumen porno como cualquier ser humano, y se orientan mejor que la señora que iba a de su pueblo a la capital belga pero le falló el GPS y acabó en Croacia.

jueves, 10 de enero de 2013

No somos responsables


Nietzsche, que era un cenizo, decía que la esperanza es el peor de los males del hombre porque prolonga el tormento. Pero a la vista de las actuales circunstancias quizá conviene que asumamos cuanto antes que la crisis no nos ha empobrecido a todos por igual y, sobre todo, que no hay justicia para los malvados que la han provocado. Quienes ingenuamente confiamos en la ley, y en que todos somos iguales ante ella, efectivamente, militamos con perseverancia en una dolorosa e inútil realidad.
Los ciudadanos podemos alimentar la esperanza de que los culpables de la crisis pagarán por ello, que se frenará el despilfarro de dinero público, que habrá menos asesores, menos dietas y menos prebendas, que se acabaron los cargos a dedo para los familiares y afines.
Podemos prolongar el tormento hasta el infinito en un candoroso ejercicio de ingenuidad colectiva. Algunos de nosotros incluso hemos llegado a creernos que alguna vez vivimos por encima de nuestras posibilidades, solo porque un día fuimos mileuristas.
Nos envenenan de su codicia, nos estafan y luego nos ofrecen como corderos en encendido sacrificio a los dioses bursátiles para expiar sus propios pecados con nuestra penitencia.
Así funciona esta noria donde el estado, la justicia, hacienda, los bancos, las eléctricas y hasta las compañías telefónicas nos dominan, fiscalizan y tiranizan, mientras la élite que las gestiona queda exenta hasta de la austeridad que tanto predica. ¿O acaso la Seguridad Social nos trata igual a nosotros que a los clubes de fútbol a quienes no embarga a pesar de sus escandalosas deudas? ¿va a responder con su patrimonio quien ordenó construir el aeropuerto sin aviones de Castellón? ¿se van a rescatar ciudadanos igual que se rescatan bancos?
226 políticos y funcionarios han sido indultados en la última década. De ellos, 25 por prevaricación, 107 por malversación de causales públicos y 16 por cohecho. Pero no se deje influir por las cifras, que todos somos iguales ante la ley.

Alimentar la esperanza de que se depurarán responsabilidades y se hará algo más que aplicar algunos paños calientes al sistema es prolongar el tormento. Ellos viven en la impunidad, mientras el resto naufragamos en la legalidad de los embargos, los copagos y las preferentes respirando toxinas mercantilistas y tragando ponzoña de austeridad.

Al menos, no se sienta usted responsable de este estercolero financiero, del fracaso del sistema. Porque no lo es. Contra lo que nos dicen, el 80% de la deuda española ha sido generada por las entidades financieras, ni siquiera por las administraciones públicas. Y solo una mínima parte corresponde a los ciudadanos como usted y yo, que con excesivo júbilo y reprobable inmoralidad arruinamos España con nuestros mil euros al mes. 

miércoles, 9 de enero de 2013

Brotan malas hierbas


La Nasa, que es junto a Punset el paradigma del conocimiento, dice que en la vía láctea hay más de 17.000 millones de planetas similares a la Tierra. Es una noticia esperanzadora para Zara y el Banco Santander que, ahora que dominan el mundo, todavía les quedaría algo por conquistar. Me temo que los pioneros en colonizar planetas no serán avezados astronautas sino los encargados de expansión de ventas de las multinacionales. De momento se ignora si en estos nuevos mundos habrá asiáticos y africanos a los que explotar para fabricar iphones y zapatillas deportivas a precios más competitivos.
La conquista del universo solucionaría muchos problemas a la Tierra. Podremos ser todos más ricos, el día que encontremos esclavos extraterrestres a los que dar el relevo y someter atados a un sistema de producción capitalista que deviene en la miseria moral y económica que ahora nosotros padecemos.
De momento, se ha producido la primera fuga interna. El actor Depardieu ha renunciado a ser francés y se ha pasado a la competencia rusa, un escenario pseudocomunista con brutal pátina capitalista, donde un Tio Gilito como él puede darse baños de rublos y vodka con Putin sin que la reprimida sociedad le saque los colores como los esnobistas europeos.
No es difícil que los 17.000 planetas sean mejores que la Tierra. Pero se contaminarán en cuanto nos conozcan. Las malas hierbas dirigen el mundo. Telefónica ficha a Rato como asesor. Al archimarisabidillo rey del pollo frito le imputan -como a Urdangarín- por cobrar 170.000 euros de la SGAE sin que se sepa por qué. La empresa de la ministra de Trabajo no paga a sus empleados desde hace un año. Se llama Carnes Bañez, y la verdad, se nos abren las mismas de tanta caradura.
Y ahora, para colmo, Obama, en un nuevo esfuerzo por denigrar su pin del Nobel de la Paz, ha elegido al malo oficial de Estados Unidos para dirigir la CIA. El individuo se llama John Brenan y se supone que ha sido asesor antiterrorista del presidente, aunque el prefijo le sobra. Tiene un curriculum realmente apabullante para estar en libertad. Defiende las torturas de Bush, las cárceles secretas de la CIA y la inmunidad para las compañías telefónicas que ayudaron a espiar a sus clientes, entre otras causas nobles. Además, ha sido el impulsor del programa de drones –aviones sin piloto por control remoto- con los que Estados Unidos asesina terroristas islámicos; aunque por una irrelevante falta de precisión también ha matado este año a centenares de civiles en Yemen y Pakistán. Ya saben, varias toneladas de individuos de tercera categoría, que no equivalen ni a uno solo de los muertos del World Trade Center.
Ojalá nos deporten a la reserva espiritual de alguna lejana galaxia. Y Brenan, el Fondo Monetario Internacional, Botín, Standars&Poors, Shedon Adelson, Telefónica y Eon devoren el mundo que tan asquerosamente mal hemos fabricado. 

martes, 8 de enero de 2013

Vencidos por el error


En China, el presidente Hu Jintao emplea 50.000 censores para fabricar en los medios de comunicación la ‘sociedad armoniosa’ que es incapaz de conseguir con su gestión política. Una ficción que la realidad de cada lector chino desmiente a diario, pero en la que los poderes públicos perseveran como si ese trampantojo informativo fuese realmente capaz de esconder las miserias del régimen.

El adulterio informativo no es patrimonio exclusivo de los mandatarios chinos. Con mayor o menor acierto se ensaya en las televisiones públicas de países como el nuestro, y llega a su máximo exponente en el delirio cotidiano de periódicos como La Razón  donde -como su propio nombre indica- están para dársela al que manda, sacrificando la realidad en singulares y estrambóticas portadas que siempre ofrecen una segunda lectura de la verdad, a menudo con resultados realmente jocosos, fruto de un ardoroso entusiasmo político que dinamita la barrera del ridículo.

En España los lectores de periódicos y quiénes les escriben asumimos con demasiada ligereza que la independencia no existe, y que los medios se limitan a contar la versión de los intereses que defiende quien los financia.

En circunstancias notablemente más adversas, los periodistas del semanario chino ‘Nanfang Zhoumo’ se han rebelado contra el régimen y exigen abolir la censura. La rebelión de las plumas libres ha comenzado en una ciudad del sur de China y es el mayor desafío contra el aparato de propaganda oficial que se produce desde que se implantó la dictadura en 1949.

El Gobierno respondió ayer que en China no existe censura. Tampoco a Camps le pagaron los trajes. Ni la mortífera carga del Prestige iba a convertirse en una marea negra de dimensiones descomunales. Ni probablemente Baltar enchufó a más de cien familiares y conocidos en Galicia. Ni el rey habló con Urdangarín en la cena de Nochebuena. Ni brota el empleo. Ni la cordura. Ni España va tan mal, comparada con Uganda. Pero ya se sabe que quienes no quieren ser vencidos por la verdad, a menudo son vencidos por el error.