jueves, 29 de noviembre de 2012

La indigencia del olvido


Ayer su suicidó otro hombre al que estaban a punto de embargar, pero la noticia ya no abre los telediarios porque un concursante de ‘La voz’ anunció anoche en directo que abandona el programa y porque la restauradora del Ecce Homo más borroso del planeta va a dar las campanadas en uno de los canales de Antena 3. El suicidio compite además con gruesos titulares que nos informan de que los médicos han convencido al rey para que siga hospitalizado.

Aún así, quedan tiempo y líneas para ilustrarnos sobre la investigación que se practica en España. Quizá, eso si, no demasiado científica. Pero hoy conocemos que se han hallado restos de Voltarén en peces del Ebro y del Júcar aunque, al parecer, la ingesta de pescado con antiinflamatorio en sus entrañas no genera peligro tóxico alguno para nuestra salud. Cuesta más comprender como han llegado estos medicamentos a la barriguita de las truchas. Pero tal y como está el mal ambiente el Gobierno tienen problemas más severos que resolver, como las nuevas exigencias de que suba aún más el IVA y bajen aún más los despidos. Además, esta circunstancia brinda la oportunidad burlar el copago consumiendo más pescado de río para aliviar ciertos dolores.

Hacienda, que también investiga mucho aunque no en el laboratorio, ha descubierto una trama de contrabando de maquinaria destinada al programa nuclear de Irak que viola el embargo decretado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Y otra investigación realizada por unos psicólogos decreta que los hombres y las mujeres son igual de infieles y que, sorprendentemente, solo el 14% de los hijos no llevan los genes de su supuesto padre.

Tantos descubrimientos ensombrecen un poco la rutina de los conflictos bélicos, distraen de la amarga realidad, que todos los discursos se empeñan en soslayar o en disfrazar de frivolidad para que así –dicen los ingenuos- sea más llevadero.

Así las cosas, ya no es noticia que un desahuciado se tire por la ventana porque ahora puede vivir en otro piso, asegura el Gobierno, pagando entre 150 y 400 euros. Si es que los tienen, y si la deuda que les queda con el banco una vez entregado el piso se lo permite. Náufragos en la indigencia del olvido.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Digestión anestesiada


Las estadísticas dicen que un ruso bebe al año quince litros de vodka, imprescindible anestesia para digerir a los zares que, con diferentes disfraces, les manipulan en todos los tiempos verbales de la historia del país. La receta para bajar su consumo ha sido subir el precio de la botella, para que así los que puedan pagarlo sigan muriendo a su antojo bañados en etílicos efluvios. Era demasiado descabellado pensar que a Putin le preocupa la salud de los ciudadanos por encima de la del bolsillo de los productores de vodka.

Falta nos hará a nosotros recurrir al consumo de alcohol para asimilar las sandeces de individuos como Miguel Blesa, antes responsable de Caja Madrid, que ayer dijo que la estafa de las preferentes es culpa de la gente que no tiene costumbre de leer la letra pequeña. Y, de propina, también que el BMW, que adquirió con dinero del banco, no le resultaba muy cómodo. La misma sensación que causa el ministro Gallardón a los abogados de Canarias, que le han prohibido acceder a sus colegios profesionales.

Aún sobrios nos resulta difícil comprender que nos tenemos que gastar 4.500 millones de euros en el Banco de Valencia para, una vez saneado, regalárselo a La Caixa por un euro. O que la quiebra de Bankia la vamos a pagar quienes no la generamos: Todos los españoles y los seis mil empleados que se van a ir a la calle.

A pesar de todas las injusticias y necedades que compiten por las portadas de los periódicos la Puerta del Sol está despejada, mientras la plaza Tahrir se vuelve a encender con razón y contra los hermanos musulmanes. Estamos demasiado paralizados por temor a empeorar, lo cual ya empieza a ser una hipótesis fracasada. Lo peor ya existe, como lo imposible y lo impensable hace tiempo que se hicieron realidad.

Arafat resucita para ver si hay polonio en su cadáver. Una nueva entrega de la perniciosa saga, Bush III, amenaza con iniciar la próxima carrera electoral con el dorsal republicano. Aznar revela en sus memorias que Dios se le apareció en sueños después de su atentado y le dijo: ‘Te necesito vivo para que lideres la humanidad’. Y, el lunes, el Papa Benedicto se abre una cuenta en twitter.
Hay razones para el vodka, para el fútbol, para La voz o para cualquier otro anestésico. Pero solo el síndrome de abstinencia arremeterá con toda la porquería que soportamos. 

martes, 27 de noviembre de 2012

Predicar austeridad con los bolsillos llenos


Imagino cuántos españoles en esa aviesa e infortuna edad de la cadera quebrada, con la consustancial demora del sistema, esperan turno para incorporar a su organismo una nueva prótesis; mientras el rey ya les lleva tres de ventaja. Y ésta última pieza empotrada en su organismo es objeto de una parafernalia informativa insólita y desaforada para una mera reparación artrítica. Por no hablar del despliegue de fisioterapeutas solícitos dispuestos a ejercitar la patita real rezumando almíbar.
Todo este sainete de la cadera se ha convertido en el salvoconducto escénico del calculado retorno del codicioso Urdangarín, ese yerno que en realidad no parece haber estado demasiado proscrito para lo negro que resultó ser su manto de carnero.
El yernísimo devolverá una parte de lo que dice el juez que ha estafado y protagonizará la penitencia de vivir un tiempo revestido de austeridad, con un ascetismo falso que exhiba su pretendido arrepentimiento ante todos nosotros, a quienes Juan Carlos pretendió confundirnos haciéndonos creer que, de verdad, todos somos iguales ante la ley. Luego llegó Gallardón y rompió el encanto, porque ahora la Justicia solo es para quien pueda pagarla. Amén de la exhibición del repudio a Urdangarín, una maniobra de disimulo demasiado corta en el tiempo, que no se han molestado en dilatar ni siquiera hasta que se cierre el proceso.
El duque ya tiene el perdón real y aunque lo suyo aún dará mucho que hablar no ha sido suficiente el desdoro como para que se le aparte de su privilegiada consideración en la Royal Family. Me pregunto si la reacción del rey hubiese sido la misma si el muchacho le hubiese robado solo a él, y no a todos nosotros.
Siempre nos quedará Nochebuena, un escaparate para exigir sin dar ejemplo. Como hacen en este país todos los que tienen poder: Predicar austeridad desde sus bolsillos llenos.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Bocados de realidad


Tejero resucita de su letargo golpista y denuncia a Artur Mas por intento de sedición. Han detenido a una mujer por mantener relaciones con un esqueleto. Wert y Uriarte han descarrilado y tras un brutal choque de egos, su relación ha hecho aguas. Putin destituye por corrupción a su ministro de Defensa. Expulsan a una señora de un avión de Ryanair por llevar un libro. El Gobierno destina 20 millones de euros a fomentar las empresas de trabajo temporal. Los diputados con casa en Madrid seguirán cobrando las dietas de alojamiento. Un error judicial obliga a poner en libertad a la cúpula de la mafia china detenida en Madrid. Evo Morales va a construir en un aeropuerto en La Paz que solo se utilizará para recibir a presidentes y jefes de estado. Borran del mapa del mundo un atolón que no existe, pero que aparece desde hace una década en la cartografía sin que nadie sepa por qué. Telecinco reclama en los tribunales 3,6 millones de euros a un bloguero por pedir a sus anunciantes que no financien su telebasura. La cirugía estética vaginal se pone de moda entre las niñas británicas. El Ayuntamiento de Madrid desaloja a 120 familias de viviendas sociales y se las vende a una empresa vinculada con el marido de Cospedal, y a un político valenciano le tocan premios en 159 décimos de lotería del mismo sorteo.
Debajo de esta letanía, tan auténtica como extravagante, diez niños mueren en Siria a causa de las bombas que les lanza su propio gobierno. Su pecado es vivir, dicen, en una aldea rebelde. A la noticia le cuesta abrirse hueco en la actualidad de un lunes donde solo importa que en Cataluña no cambia nada. Mañana, igual que ayer, sus ciudadanos padecerán los efectos de un gobierno fracasado. Exactamente igual que el resto de los españoles.  

jueves, 22 de noviembre de 2012

Esclavos de la necesidad


Un hombre entró en un banco de Málaga. Caminó hasta el primer mostrador de la oficina y susurró al empleado: “Voy armado, pero no les voy a hacer daño ni vengo a robar nada. Llamen a la policía”. “Solo quiero que me metan en la cárcel”, explicó con un hilo de voz. Dejó sobre la mesa un palo de madera y un cuchillo de cocina, se arrodilló en un extremo de la oficina y se dispuso a esperar.

La policía rodeó la sucursal y un negociador llamó por teléfono al banco para hablar con el extravagante atracador. Resultó ser un empresario de 35 años quebrado por el fracaso, ahogado por las deudas. Pero hasta en su última aventura emprendedora ha tenido mala suerte. No ha conseguido su disparatado propósito de ir a prisión porque el fiscal, dado el amago, solo le acusa de una falta de coacciones y no de intento de robo, porque se le olvidó cometer el delito.

Para evitar este naufragio hubiese sido más efectivo explorar otras vías más sencillas de delinquir, como provocar a Cifuentes convocando una manifestación de ciudadanos desesperados. Ahí habría tenido verdaderas opciones, a menos que tuviese la mala fortuna de tropezar con algún juez ácrata, que es como el gobierno define a los magistrados que se toman la ley en serio y no les dan permanentemente la razón.

El fin de la fracasada operación si merece una reflexión más profunda. Refleja la desesperación de un hombre arruinado moral y financieramente que considera que merece ser castigado con la cárcel para resarcir el daño que económicamente no puede reparar. Tal vez simplemente, derrotado e impotente, busca un cálido cobijo en la cárcel donde tiene alojamiento, comida y asistencia sanitaria gratis. Es, de hecho, la única manera que tiene un ciudadano de conseguir que el estado cubra sus necesidades. El precio es muy alto: La Libertad, que es su único patrimonio.

En este país, renunciar a la libertad es la única forma de malvivir sin mendigar. Una extraña forma de dignidad. Es absurdo que alguien sacrifique su libertad a cambio de cama y comida.  Pero de que te sirve la libertad cuando nada es libre, porque nada es gratis. Cuando todas las manzanas de todos los árboles tienen dueño. Séneca decía que ser libre es no ser esclavo de nada. De ninguna necesidad.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

La burbuja navideña


Un mártir convertido en verdugo, Israel, vomita fuego y dolor contra la población palestina de Gaza ante la mirada impávida escondida en la vergüenza del resto del mundo. Parapetados en el frágil escudo de nuestras propias miserias y fracasos, desde España y desde Europa, asistimos con reprobable timidez al encono de un conflicto al que estamos acostumbrados a asomarnos a través de la prudente distancia del escaparate de la prensa internacional. Con esa extraordinaria tibieza con la que ya asistimos al conflicto en Siria, donde ya ni siquiera ejercemos como espectadores críticos.
No podía ser más oportuno. Mientras Israel revienta Gaza con un ejército de misiles, el Papa Benedicto prefiere mirar a Cisjordania y ha desahuciado de Belén a la mula y al buey, lo cual en medio del recrudecido conflicto bélico no deja de ser una absoluta frivolidad. El sumo pontífice desvela que la Natividad católica está llena de anacronismos y errores y parece dispuesto a arruinar la iconografía de los nacimientos de medio mundo.
Todo se desmorona, ahora también estalla la burbuja religiosa y la austeridad se contagia a los belenes. Este año no habrá ni mula ni buey y también se recortarán los villancicos, porque los pastores –dice Benedicto- tampoco celebraron con cánticos el nacimiento del hijo de Dios. La estrella que iluminó el cielo fue simplemente una supernova fechada entre los años siete y seis antes de cristo, que es cuando se presume que realmente nació Jesucristo, por lo que hasta la fecha del natalicio es incorrecta. Y, resulta que, además, la adoración de los Reyes Magos puede ser fruto de la imaginación de San Mateo, así que hasta los regalos de la fiesta de la epifanía pueden borrarse con esta repentina crisis de ascetismo navideño.
Vamos, que ahora resulta que también hemos montado el Belén por encima de nuestras posibilidades. 

martes, 20 de noviembre de 2012

Malditos ladrillos


Cada cinco días muere en España una persona sin hogar, aunque hay 3.280.000 pisos vacíos y 400.000 víctimas de los desahucios. La mayoría de estas viviendas están en poder los bancos; ahora las llaman activos tóxicos, que no es otra cosa que los pisos que no pueden vender a los mismos escandalosos precios que durante la burbuja inmobiliaria. Por eso prefieren tenerlos vacíos. También lo llaman stock inmobiliario, y nos han convencido a todos de que tenemos que solucionarles la papeleta para que obtengan la misma rentabilidad que antes por estas casas y así asegurar la viabilidad de las instituciones financieras.
El Gobierno, siempre tan comprensivo con los problemas de los que más tienen, ultima los detalles de un banco malo, como si los otros fuesen un modelo de bondad financiera. Este engendro no hará más que comprar a los bancos los pisos que han embargado o financiado y no pueden vender, por supuesto la operación se cerrará a un precio superior al del mercado, que es este momento está por los suelos.
Otra idea paralelamente brillante es conceder la nacionalidad española al que se compre una vivienda que cueste más de 160.000 euros. Lo que antes los bancos lo arreglaban regalando unas sartenes, ahora el Gobierno lo mejora con una promoción más atractiva que mercantiliza la marca España. Me pregunto si no llegaremos al extremo opuesto, de desposeer de carné de español a los desahuciados sin propiedades inmobiliarias, que es como se forjan los arraigos a la tierra. No parece que vaya a ser así porque los  desahuciados serán alojados en pisos vacíos de los bancos. Sí, como lo oyen. Tienen que dejar el suyo e irse a otro. Porque pretender que vivan en su propia casa a cambio de un alquiler social es mucho más sensato. 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Artillería semántica


Mister Bean encabeza una cruzada para abolir la ley británica del insulto, una normativa vigente desde 1986. Dice que insultar es un derecho y reivindica dar rienda suelta a la belleza de la ofensa, que en España prendió en las ardientes diatribas métricas de Góngora y Quevedo escritas con el estilete de sus aguijones envenenados de hilarante e irónica sátira.
Sería una suerte recuperar este ingenio para dirimir diferencias ideológicas y políticas, y no padecer las soflamas y consignas vacuas de los discursos políticos descafeinados y debates de medio pelo que se ahogan en un racimo de frases manidas sin consistencia intelectual alguna. Esa desasosegante costumbre de hablar en titulares, de forjar lemas insustanciales, de proporcionar explicaciones delirantes, fútiles discursos, evasivas nimias y argumentos frívolos es también una forma de insultar a los ciudadanos, que estamos hartos de que se rían de nosotros.

El problema de los insultos es que no se limitan a los epítetos, que es su versión más simple. La gente se ofende si le llaman tonto o imbécil, pero no si les estafa un banco, les suben los impuestos más de lo que se reconoce, abusan de ellos las compañías eléctricas, le imponen unas tasas judiciales escandalosas, se les multiplican los intereses de la hipoteca cuando no tiene trabajo, cuando incumple el contrato su operadora móvil o el político a quien votó les da gato por liebre.

La ofensa se ejerce de una manera más sutil a través de una artillería que dispara con pólvora más ideológica que gramatical, aunque muchos nos hagamos los ofendidos con la semántica de determinados calificativos.
Habría que dilucidar, además, si tonto es más que sinvergüenza o menos que imbécil, para elaborar el ránking de multas económicas correspondientes, porque estas cosas del honor siempre tienen un precio, y las ofensas se resarcen a cambio de dinero en los tribunales.
Habría que decidir también si palabras como ladrón o caradura son en sí mismo un insulto o, en determinados contextos, únicamente responden a la realidad.
En realidad, el problema de los insultos es que cualquier cosa puede entenderse de ese modo, desde la crítica a la caricatura, pasando incluso por la mera descripción de la verdad.
El otro día un juzgado de Santander ha puesto multas de entre 60 y 90 euros a unos ciudadanos que llamaron al extravagante (¿será esto un insulto?) ministro Wert meapilas, churraconfesionarios, hijoputa, chorizo y ladrón. Los dos primeros epítetos podrían militar en una categoría menor, de ridiculización. Es más, cuesta asimilar que un juez se entretenga en un asunto tan menor, cuando en las barras de los bares y en los patios de recreo le dedican a voces peores lindezas. Pero lo más grave es que Wert visitó Cantabria a principio de curso y solo dos meses más tarde ya está el asunto juzgado, mientras casos más urgentes e importantes saturan los tribunales.
En realidad, bien mirado, el desahogo cuesta lo mismo que una multa de aparcamiento, lo que tampoco coloca la dignidad del insultado Wert en un listón muy alto. En el Colegio de Médicos de Cantabria solo por decirle a un compañero que es 'un insulto para la medicina' te ganas 45 días de suspensión y 600 euros de multa. Cotiza mucho más alto que el honor de Wert. 

viernes, 16 de noviembre de 2012

No entendemos la vida


Hoy es noticia que hace cinco años dos ancianos de Soria impartieron un master en economía y predijeron que esto iba a acabar muy mal. ‘El hombre que gane cinco duros, que gaste uno. Pero si gana cinco y gasta seis ya se ha jodido la economía’, sentenciaba Isidro. La receta tiene vigencia más allá de la crisis y probablemente es más sensata de muchas de las que sugieren al presidente español su ejército de asesores.

Ahora que la crisis lo ha roto todo muchos se ponen la medalla de haber sido los primeros en avisar del desastre que se avecinaba. Aunque la verdad es que todo tipo de gurús se han visto sobrepasados por la avalancha y dimensión de esta fiera recesión que califican de diferente, que es una forma de justificar que no pueden predecir su evolución porque están tan desconcertados como el resto de los mortales.

Da la impresión de que todos sabemos que nada volverá a ser como antes. Que el sistema económico que pensábamos que nos iba a hacer ricos a todos ha fracasado, y que nadie se atreve a poner el dedo en la llaga y admitir que nunca podremos recomponer los platos rotos ni restaurar nuestro modelo financiero de infelicidad capitalista.

El cantautor Aute cree que cuando nos olvidamos de ser niños y alcanzamos esa ridícula posición en la que ingenuamente nos consideramos maduros, llegan las mayores miserias del ser humano. Se rompen los sueños, la ingenuidad, la ilusión y se evapora toda la efervescencia de los sentimientos a flor de piel porque, entonces, cuando nos asomamos a un mundo virgen todo huele, sabe y penetra más. Respiramos con más fuerza, devorando a bocanadas el presente.

A veces a esta revolución le vence la estupidez de dar sentido a la vida, que normalmente consiste en imitar a los demás, en la mayoría de las ocasiones no los comportamientos más edificantes, sino a los más conservadores y menos audaces. Entonces nos acecha el estúpido deseo de acumular dinero, de ser competitivo y triunfar en la vida, que al parecer solo equivale a sembrar la envidia en los demás, bien sea porque hemos puesto muchos ceros a nuestra cuenta corriente o porque hemos adquirido un completo pack de adosado, hijos, todoterreno, perro, bicicleta y una nevera repleta de porquerías macrobióticas, que ahora ni siquiera podemos mantener.

A Jonh Lennon su madre, como otras muchas, le repetía que lo importante en la vida era ser feliz, eso que no nos acaba de entrar en la cabeza si no va acompañado de suficiente dinero. Un día en el colegio le preguntaron qué quería ser de mayor. “Feliz”, respondió. “No has entendido la pregunta”, le espetó el profesor. “Y usted no entiende la vida”, zanjó el Beatle.

Ojalá estas tempestades nos empujen a quienes padecemos el poder de los mercados financieros a conducirnos por un futuro distinto, en el que no queramos tener, sino ser. 

jueves, 15 de noviembre de 2012

Nos sobran los motivos para el desencanto


No hay como la convocatoria de una huelga general para que a algunos les entren unas ganas irrefrenables de trabajar. A muchos dueños de tiendas les ocurre, pero se les pasa los sábados por la tarde y al mediodía que es cuando sus clientes pueden comprar. También los sindicalistas se ponen las pilas y vocean a las cajeras de los supermercados esclavizadas por una miseria a la máquina de ganar dinero de un señor que ese día se va al club de golf, donde nadie le tira huevos. 
Señores que ahora ya no se hacen empresarios sino emprendedores, como los políticos que a la vista del descrédito de lo suyo también se reivindican en gestores, y que han encontrado en la crisis una extraordinaria justificación para seguir exprimiendo a sus empleados, con la inestimable complicidad del Gobierno que ha puesto a su servicio una vergonzosa reforma de la ley laboral que los ha desprovisto de derechos y dignidad.
 Reforma de la que también se benefician los propios sindicatos a la vez que se revuelven contra ella, aunque esa es una de las contradicciones del sindicalista metido a ‘emprendedor’, que se acaba contagiando de algunos síndromes poco compatibles con su naturaleza.

Pero visto como está la cosa, nos han convencido de que hay que agradecer al emprendedor de turno que mantenga todo el trabajo basura que pueda, porque hace cinco años un mileurista era una paupérrima víctima de un sistema laboral injusto, y hoy es un privilegiado. Este es uno de los grandes avances de nuestro estado de bienestar.

Lamentablemente nos sobran los motivos para el desencanto. Al paro, la falta de liderazgo, el incumplimiento de las promesas electorales, la incertidumbre, la ausencia de confianza, la descoordinación y hasta la soberbia, se unen otros fracasos, injusticias y preocupaciones que, al parecer, debemos además soportar sin rechistar so pena de ser acusados de antipatriotas y antisistema.

Un millón y medio de personas tiene que recurrir a la caridad para poder resistir, sin que el estado haga nada por ellos. Cuatrocientas mil personas han perdido su casa, y muchos de ellos además seguirán pagando la deuda al banco de por vida. Pero a quiénes nos gobiernan no se les pasa por la cabeza cambiar la ley para que la entrega de la vivienda salde la deuda. Supongo que será para no molestar a esos bancos que han arruinado el país y cuyo rescate nos cuesta dos mil euros a cada ciudadano, mientras ellos nos empluman preferentes y demás porquerías financieras legales, también, algo que hay que agradecer a los sucesivos gobiernos que ha tenido España y que ahora meten mano a los ahorros de nuestras pensiones, más frágiles cada día.
Poco podemos hacer, además, por defendernos con las tasas judiciales que aprobaron ayer para que solo los que tengan dinero puedan defender sus derechos. E incluso vulnerar los del resto con total impunidad. La misma que asiste a los defraudadores de este país que ahora disfrutan de una insólita y descarada amnistía fiscal mientras Hacienda nos embarga el sueldo, a los cuatro privilegiados que aún lo tienen, al menor débito a las arcas públicas.

En medio de este apocalíptico escenario nos han subido todos los impuestos e incluso han añadido alguno nuevo, como el céntimo sanitario de la gasolina que se debe utilizar para otra cosa, porque cierran hospitales, los consultorios por la tarde, reducen médicos, nos hacen pagar más por las medicinas y niegan la asistencia sanitaria a parados sin prestación e inmigrantes. Sube el IRPF, el IVA el IBI y todas las malditas siglas recaudadoras; las tasas de la universidad y los conservatorios, el agua y las basuras, la luz, el gas y la gasolina. Y nos quitan ayudas para libros, colegios, guarderías, comedores y personas dependientes; mientras el tipo que pagan las empresas sobre su resultado contable (11,6%) es inferior al que soportan las familias por su renta (12,4%).

Estamos enfadados porque aquí no adelgaza el despilfarro ni las administraciones, o si lo hacen es con extraordinaria timidez, como si pudiera postergarse la limpieza para tiempos aún peores. Los políticos conservan sus ejércitos de asesores y tienen iphone, ipad e Internet gratis, los ricos tributan el 1% de lo que ganan en las fantásticas Sicav y los escándalos de corrupción salpican las páginas de los periódicos.

Si aún así todo esto le causa indiferencia, compruebe si aún respira. 

martes, 13 de noviembre de 2012

Los abrazos artificiales


Leonardo Da Vinci defendía que todo nuestro conocimiento proviene de las sensaciones.  Cierto es que no recordamos todo lo que vivimos, sino solo aquello que nos hizo sentir algo, que nos impresionó, conmovió, sacudió, emocionó o sobresaltó. Probablemente la memoria los guarda por eso, por su capacidad de estímulo, porque de una u otra forma son situaciones que nos causaron una potente sensación.

Eso explica que dos personas que han compartido una misma situación, en realidad no han vivido lo mismo. El recuerdo que guarda cada una depende de las emociones que le provocó. Dos personas que sufren la misma experiencia reaccionan de manera diferente, en función de cómo le afecta, que es lo que determina la reacción. En cada uno de nosotros deja una huella.

Hasta ahora se ha exaltado la sociedad del conocimiento, la sociedad inteligente, cuando en realidad solo necesitamos entornos emocionalmente amables. Primero hemos pagado por tener, luego por saber y ahora por sentir.
La falta de humanidad de la sociedad se exhibe sin complejos en un peculiar negocio, una empresa de caricias, donde a uno le hacen arrumacos por un puñado de dólares. La iniciativa responde al pavoroso nombre de El acurrucadero y ofrece sesiones de mimos por horas que, dicen, refuerzan la autoestima y el sistema inmunológico. En realidad confirma que estamos repletos de objetos y de desnudos de afectos. Ya sabíamos que el sexo tiene precio. Pero ahora se compran hasta los abrazos. Falsos y desconocidos. Huérfanos. Pasajeros y rápidos. E inútiles. Porque poco efectivos pueden ser los abrazos artificiales, sin sentimientos.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Los buenos periodistas


Los buenos periodistas son incómodos para el poder y, por tanto, incluso a veces para la propia mano que les da de comer: El dueño del medio de comunicación de turno, quien no arriesga su dinero para contar la verdad, sino para hacer negocio bien sea en forma de beneficios directos de tipo económico, o de resultados derivados de la influencia que ejercen sobre quienes nos gobiernan, que a la postre deviene en lo mismo.

Los grandes grupos de comunicación utilizan su poder para influir, e influyen para ganar dinero. Pero algunos lectores de periódicos, corrompidos por una ingenuidad casi genética, elegimos militar bajo una cabecera, la que nos reafirma en nuestras opiniones, pensando que es más libre, más independiente, más veraz y más honesta que su competencia. Por eso lo elegíamos en el quiosco, porque esperábamos que no nos engañase con silencios,  porque nos creíamos toda la tinta que destilaban sus páginas.

Acaso alguna vez fue así, cuando confluyeron los intereses de los propietarios del medio y de sus lectores en la conquista de la democracia. Pero hace mucho tiempo que esa transparencia solo se aplica a los intereses del equipo rival, no al de casa, y los trapos sucios que se lavan son lógicamente ajenos. Y hay que leer entre líneas para acercarnos a la verdad, navegar entre titulares encontrados y, sobre todo, cotejar, que es algo que deberían hacer los periódicos y que, ahora, hace el lector buceando por otros medios para contrastar la información que fluye de manera casi libre por el ciberespacio. Por eso somos menos fieles y más escépticos a la tipografía que nos ha acompañado desde siempre y que, en muchas ocasiones y en los últimos tiempos, tampoco se ha respetado a si misma.

Pero hay un oasis de esperanza que son los apellidos de la información, de las crónicas, de los análisis, de las entrevistas y reportajes. Aunque hemos dejado de creer en la cabecera podemos seguir creyendo en quien firma. Podemos confiar en los veteranos periodistas a quienes hemos leído estos años y que nunca nos fallaron. Esos tipos incómodos que todavía salen a la calle y que todas las mañanas nos cuentan cómo huele y duele la vida.

Ahora que agoniza El País más que huérfanos nos sentimos decepcionados. Algunos ya lo estábamos hace tiempo. Cuando los periodistas les empezaron a parecer demasiado incómodos y necesitaron adiestrar a su propio ejército de plumas dóciles salidos de cualquier facultad menos de la de periodismo. Técnicamente perfectos, pero sin alma ni vocación. Nada se dijo cuando se empezaron a fabricar ‘productores de contenido’ y no periodistas, que trabajan en redacciones que ahora son ‘laboratorios asépticos para navegantes solitarios, donde parece más fácil comunicarse con los fenómenos siderales que con el corazón de los lectores’, que dice García Márquez.

Y, hoy, aquí están sus efectos. Los periodistas no hacen falta. Se puede ganar más con una cuadrilla de becarios procedentes de otras disciplinas adoctrinados para firmar lo que sea por una miseria sin moverse de la redacción. A eso, ahora El País, le llama periodismo. Falta ver cómo los califican sus lectores.

viernes, 9 de noviembre de 2012

Contra y sin embargo


Esta mañana una mujer abrió la puerta de su casa, se dirigió el balcón, se subió a una silla y estrelló su vida sobre una acera de Baracaldo mientras unos señores de negro, en nombre del derecho y de los intereses del banco de turno, avanzaban por el pasillo penetrando en su intimidad con una orden de desahucio en la mano.

A finales del mes pasado, un hombre en Granada se ahorcó cuando procedían a embargarle. Otros, demasiados, no se han quitado la vida pero han quedado esclavizados con una deuda que hipoteca su futuro, que equivale a una existencia sin esperanza, que es una muerte al fin y al cabo.

Pocas cosas hay más lastimosas que un embargo, que se lleva por delante mucho más que un caparazón de hormigón en el que refugiarnos y construir un hogar, algo más que el esfuerzo, el trabajo y el dinero invertido. Se desalojan las ilusiones y los recuerdos, se destruye y se invade la intimidad que solo protegemos entre nuestras cuatro paredes. Se nos arrebata la dignidad, nos cubre de vergüenza, nos destroza las ilusiones, nos humilla. Los más afortunados guardan su vida en cajas de cartón con la amarga certeza de que nunca volverán a abrirse, porque los días no serán nunca igual.

Y cuando no hallan otro techo amigo al que emigrar atraviesan la frontera de la marginalidad y habitan como ciudadanos de tercera ese submundo capitalista, el estercolero cada día más poblado al que nos aboca tanto orden mundial, tanto estado de derecho y tanto libre mercado. Ese limbo en el que no se tienen derechos, pero si deberes con el banco al que se adeudará de por vida la historia del fracaso de un hogar guardado en cajas, de una vida no vivida. Nos embargan algo más que la cartera y el piso, nos embargan la vida. A sabiendas de que no tendremos otra.

Todos lo vemos, menos quienes nos legislan que han permanecido impávidos hacia un drama social que ya ha afectado a 400.000 españoles y que es un feroz exponente de la desmedida usura de los bancos y la ineficacia de esa clase política. El otro día se dieron cuenta, tal vez para distraernos de un rescate que a lo mejor ya no merece la pena ni intentar. Hoy mismo, más preocupados -como acostumbran- por su imagen que por la realidad, han dado un paso insuficiente y que llega tarde, como las comisiones de investigación del Madrid Arena y como tantas otras de sus competencias.
El plan de desahucios que ahora a toda prisa plantean para limpiar su conciencia se limita a retrasar los desahucios solo en determinados casos, pero no ataca con la urgencia legislativa necesaria las injusticias denunciadas incluso por la Unión Europea y hasta los jueces y fiscales de este país. Es imperioso que la entrega de la vivienda salde la deuda hipotecaria, eso que llaman dación en pago. Será legal, pero es injusto. Como el que solo se pueda recurrir un embargo después de que se produzca.

Aquí los malos no son solo los bancos, que abusan porque la ley se lo permite; ni los jueces, que ya han pedido endurecer las condiciones y proteger al deudor. Los responsables son quienes pudiendo cambiar las leyes no lo han hecho, y permiten estas injusticias que nada que tienen que ver con la legalidad.

Un 10% de las hipotecas formalizadas en los últimos cinco años han acabado en desahucio. Detrás de cada embargo hay un banco sin escrúpulos y un político desalmado. Pero no son las únicas alimañas. Detrás de Amaya, la mujer a quien esta mañana arrancaron la vida, hay muchos buscando un chollo inmobiliario en la bolsa de pisos de un banco o en una subasta, generalmente amañada, donde otros harán negocio y se malvenderá el hogar de esta infeliz a un ciudadano tan honorable como usted y yo.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Libre te quiero


Agustín García Calvo fue un rebelde con causa que peleó con la vida en constante contracorriente, que es como tienen que navegar los intelectuales; sin aplausos, almíbar ni complacencia. Escribió artículos contra la familia, contra la democracia, contra la pareja y contra la paz pulverizando con su brutal sentido crítico los trampantojos que abrigan esos conceptos, desnudando su fragilidad.
‘Yo trato de privarme de ideas’, decía, ‘todos los días me quito alguna, pero siempre me quedan demasiadas’. Cargó siempre con el peso de haber sido uno de los intelectuales a quienes el franquismo apartó de sus cátedras, como Tierno Galván y López Aranguren. Pero García Calvo no comulgó ni con la dictadura ni con la democracia. Solo creía en la libertad que para él no representaba ninguno de los dos sistemas.
Singular, excéntrico, ácrata. Un ateo empedernido que murió el día de todos los santos. Disidente, contrario, incómodo. Su incombustible compromiso e inconformismo forjaron una voz propia extraordinariamente lúcida y seductora, profundamente incómoda a la vez para quienes presumen tener todas las respuestas.
Nunca se adaptó a las normas que le dictó este mundo, y expresó esa desavenencia más allá de la pose de un particular atuendo que envolvía su cuerpo con la misma rebeldía que brotaba su pensamiento intelectual.
Para García Calvo de existir alguna verdad, sería un gran interrogante. Esa inquietante dimensión en donde las respuestas nunca nos dejan satisfechos porque ese es a la vez, el único camino hacia la verdad, y hacia la libertad que la representa.
Quizá ahora que el mundo se desmorona nosotros nos enamoramos un poco más de otras palabras, de otras ideas que tambalean aquello que, aunque no somos, representamos. No podemos perseverar en la ceguera del fracaso, es hora de cuestionar el principio, el final y el futuro, y asimilar que a lo mejor García Calvo no era tan excéntrico y que todo esto fue un error. 
Prefiero perderte a que seas mía, glosó en el poema que más ha trascendido a través de la voz y música de Amancio Prada. Libre te quiero. Buena te quiero. Blanca te quiero. Pero no mía / ni de Dios / ni de nadie / ni tuya siquiera.

martes, 6 de noviembre de 2012

El lado oscuro del corazón


No hay ciudad que tenga un nombre más amable que Buenos Aires. Tal vez porque su geografía íntima parece construida y alimentada por el corazón, y no por el pavimento gris de otras urbes que son meros contenedores de gente triste e hipotecada. Es una ciudad que respira, que está viva, cuyas avenidas recorre el poeta Oliverio buscando a la mujer que le haga volar, en esa fábula cinematográfica hilvanada con los versos de Benedetti y Gelman. Se llama El lado oscuro del corazón, y es una encendida y turbadora defensa del amor que palpita a través de un onírico y surrealista viaje sentimental por los esqueletos urbanos de Buenos Aires y Montevideo.

Nos mueve el deseo, no el razonamiento intelectual. Por eso resulta tan complicado descifrar el comportamiento humano que una y otra vez, salvo algún asceta o estoico, se inclina hacia ese lado, a veces incluso oscuro, del corazón. La inteligencia nos abre a un mundo de certezas e interrogantes, nos sacude, nos empuja, nos inquieta. Pero un hombre no es hombre más que por el corazón. Ahora que la razón nos asfixia y que tecnócratas y políticos fallan nos queda el gobierno de las emociones, que defiende la filósofa Victoria Camps, galardonada con el Premio Nacional de Ensayo por un trabajo que lleva este título y que defiende la compatibilidad de los afectos y razón. Solo un conocimiento que armonice razón y sentimiento incita a asumir responsabilidades morales, defiende. La emoción no está en contra de la razón, precisa de ella. No tenemos que elegir entre razón y corazón. Y hay una elevada falta de ética en apelar a una de esas dos constantes para tomar una decisión. Traducido al lenguaje real, no es moralmente admisible que los políticos nos asfixien por razones económicas, el fin nunca debe justificar los medios cuando precisamente ahí, en la mitad, estamos todos.

La razón puede advertirnos sobre lo que conviene evitar, pero solo el corazón nos dice lo que es preciso hacer. Hay que vivir, con razón, sin razón o contra ella, defendió Unamuno. Mi corona está en el corazón, no en mi cabeza, clamó Shakespeare.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Cautivos de la libertad


En la televisión venezolana no mandan las audiencias. Si el presidente Chávez ve algo que no le gusta, descuelga el teléfono y prende fuego a la parrilla televisiva. Es un modelo de televisión interactiva muy particular que se parece un poco a cómo se construyen en España algunos telediarios, que sacan sus propias conclusiones y nos aseguran que en el Madrid Arena todo era perfecto antes de que se concluya la investigación. Aunque al día siguiente haya que ‘modular’ el discurso para desintoxicar a los atónitos espectadores.
Nos escandalizamos, porque –por supuesto- nos creemos más libres y mejores que ellos, cuando leemos que Chávez censuró una telenovela porque la protagonista, una mujer altanera, gorda y malaconducta, faltaba al respeto de Venezuela. Aunque la verdadera razón es el humillante nombre de su mascota, el perrito Huguito.
A partir de ahora sagas como Los ricos también lloran han quedado proscritas y solo se producirán culebrones socialistas hechos a medida de la inquisición chavista. Como Teresa en tres estaciones, enhebrada con el hilo argumental de una cuarentona conductora de tren cuya virginidad está amenazada por un emigrante portugués, calificado de ‘podrido en real’ (en dinero). Quedan por estrenar Amar a muerte y Guerreras y centauros.
En España nos distraemos con la historia adulterada de Isabel La Católica, la inofensiva Amar en tiempos revueltos, y un Cuéntame que ajusta amables cuentas con el pasado y que únicamente ha conseguido reducir al ridículo el franquismo ante las nuevas generaciones suavizando la verdad. Sería un dislate tratar de extraer factura moral de la reposición de Ana y los siete, una pornoniñera poligonera seducida por un banquero y arrastrada desde su arrabal de extrarradio al infierno capitalista del mayordomo y las tiendas caras. Chávez vibraría de cólera en el sofá con este argumento que, por otro lado, ni desmerece ni supera al de la maquinista virgen y el portugués taimado. Ya dijo Fellini que la televisión es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural.
El gobierno venezolano financia la producción de series que reflejan sus ideales bolivarianos. Aquí, una joven promesa televisiva española es portada de una revista. Debajo de su foto, ligera de equipaje, presume del siguiente curriculo: Ex tronista de Mujeres, hombres y viceversa, ganadora de Gran Hermano 12 y portada de Interviú. Parece que la libertad no mejora mucho la televisión. Como esa creatividad cinematográfica española reprimida, que cuando llegó la democracia pudo, al fin, dar rienda suelta a su talento. Y, entonces, llegó el destape.