martes, 31 de julio de 2012

De Pololas y Pitucas


Polola, Conchitina, Chachita, Coti, Maripi. Cada verano una brigada de ‘cuquis’ y ‘pitucas’ se asoma a las páginas de la prensa, en los pies de foto de esa feria taurina fracasada que ya está madurando recortes para próximos Santiagos. Este año ha costado tres millones de euros, y las ausencias en las gradas de la plaza han reflejado la falta de ánimo y de dinero para estos cuestionados espectáculos de sangre y arena. Solo los políticos resisten en la barrera, porque les sale gratis, igual que a la mitad del tendido.
En Santander, las entradas se regalan con alegría y solo algunos ingenuos sin recursos pagan por ir a los toros, al Festival Internacional y a los conciertos, en esa zona esperpénticamente denominada VIP, donde los del todo incluido gratis se hacinan a la caza de un canapé y una copa y se mezclan con cuquis y pitucas de norteño pedigrí. El que paga no es nadie.

Si la Feria se apaga, únicamente lamentaré que ese ejército de Maripis y Tinucas desaparezca como especie si no encuentra otro hábitat en el que reproducirse y lucir palmito. No se si en otras ciudades de España las señoras declinan sus nombres hasta derivar en Chini, Cani o Pitu, o si, por el contrario, es una seña de identidad de la burbuja SmartSantander que habitamos.

A veces me pregunto a qué se dedican las cuquis y pitucas de Santander en el invierno, durante los seis meses de tinieblas de Mordor que padecemos. Solo se que con los primeros flashes resurgen de su invierno y brotan espectaculares en los eventos de sociedad. Probablemente hasta nos distraen un poco de ciertas metáforas estivales de barquitos a la deriva en el mar de la prima de riesgo, a las que recurren políticos con poca chispa. Probablemente, Polola y Conchitina organizarían un rastrillo benéfico para comprar unas gafas de aumento a Rubalcaba, que ayer dijo que se ve con opciones frente al Gobierno de Rajoy.

Si yo quisiera desacreditar a alguien, diría de él que lee a Pío Moa. No concibo desvarío más grande. Ni siquiera dejar que te llamen Polola.

lunes, 30 de julio de 2012

Las cartas de amor de Ricardo Reis


Todas las cartas de amor son ridículas. Pessoa escribió esta frase en uno de sus poemas, después de haber escrito su primera carta de amor y probablemente desencantado por haber sucumbido a un enamoramiento al que renunció. Se llamaba Ofelia Queiroz y fue su único amor. Los amantes se batieron en un duelo de correspondencia hoy rescatada en un libro publicado en Portugal, que exhibe la intimidad que desnuda las cartas que se cruzaron el mayor poeta portugués y la joven burguesa.

No se quién de los setenta y dos Pessoas que habitan en él se enamoró de Ofelia. No se quién de esos setenta y dos heterónimos renunció a ella. Pessoa es una personalidad absorbente, insólita; un cerebro y un alma extravagantemente dividido, multiplicado en otros que inventó y alimentó en un estrafalario y potente desvarío lírico. Para crear, me he destruido, dijo de si mismo.

Pero yo tuve una amiga a quien, con frecuencia indesmayable, Ricardo Reis le enviaba mails de amor. Era un poeta enamorado de una estirada y flaca profesora enamorada de si misma. Él enviaba con regularidad deliciosas palabras de amor que ella descifraba con dificultad, tomando al pie de la letra su lectura, y que, por tanto, no prendían mecha de amor alguna.

Invariablemente los mensajes de Ricardo Reis, rechazados con pasmosa indiferencia por su destinataria, aterrizaban en la bandeja del mail del ordenador de mi trabajo. En aquel diminuto y compartido despacho que, por entonces, yo habitaba, esperaba con anhelo aquellas cartas de amor virtuales que me remitía mi amiga, aquellos versos que yo imaginaba hilvanados en una madrugada solitaria, iluminados por el humo de un cigarrillo, vomitados sobre un lecho de lágrimas de amor.

Ricardo Reis nunca defraudaba. Declaraba un amor férvido, impetuoso. Aquellas frases se conducían a través de impulsos furiosos, arrebatados. Su corazón prendía las palabras que, envueltas en las llamas de ardientes epítetos, viajaban hasta el correo de mi ordenador. Lo incendiaban todo y quebraron mi voluntad, hasta el punto de que un día empecé a responderle. A mi amiga le pareció estupendo que yo iniciase en su nombre una relación epistolar. Él escondido en Ricardo Reis, y yo metida en la piel de la pretendida profesora.

Empecé a esperar con anhelo aquellas cartas. Empecé a vivir para leer aquellas letras. Estaba absolutamente seducida por Ricardo Reis. Empleé todos mis recursos para no defraudarle y, en la distancia, nos acariciábamos con versos y palabras de amor. Lógicamente, comencé a leer a Pessoa para conocer mejor a Ricardo Reis. Nadie a otro ama, sino que ama lo que de sí hay en él. Me tropecé con algunas de sus frases verdaderas. Nada te pese que no te amen. Nada queda. Nada somos. Mi mismo recuerdo es nada, y siento que quien soy es quien fui. Ricardo Reis no volvió a asomarse a la pantalla de mi ordenador. Había cometido el error de llamar a mi amiga. La invitó a cenar. La profesora se convirtió en calabaza y las cartas de amor se interrumpieron abruptamente cuando la realidad reventó el ensueño.

A Pessoa le daban más pena aquellos que sueñan lo probable, porque tienen la posibilidad real de la verdadera desilusión. Por eso, él amaba los paisajes imposibles  y las grandes zonas desiertas de las llanuras en las que nunca podría estar. Yo también tuve un sueño imposible, cuando robé las palabras de amor ajenas al sucedáneo de Pessoa.

A veces me tropiezo por Santander con Ricardo Reis, que en realidad se llama Roberto, y escribe versos. Le saludo tímidamente; me empaña un pudor amargo, extraño. En el fondo es alguien a quien has amado ardientemente a través de sus palabras. Aunque él nunca llegue a saberlo.

viernes, 27 de julio de 2012

Chanquete espiritual y pan de molde


Habitamos un país de fuegos artificiales, toros y romerías estivales, a pesar de que una de cada cuatro personas no tiene empleo. Desolador escenario en el que Báñez, la mujer que en un fulgurante ascenso pasó de ama de casa a ministra sin periodo de prácticas, disparó ayer hasta el infinito y sin anestesia una de esas tracas que empequeñecen las fallas valencianas.
La señora consoló a los nuevos parados españoles diciendo que no hay motivo de alarma, porque solo el 55% de ellos verá recortada su prestación. Fátima, propietaria de seis pisos, una finca y un solar, no ha trabajado nunca en nada y es, además, es uno de los 63 diputados con piso en Madrid que cobran todos los meses 1.823 euros, además de su sueldo, en dietas por alojamiento.

La émula de Bibiana, aquella ingenua miembra que cubrió de ridículo al Zapaterismo, comprenderá perfectamente a la rentista Baronesa Thyssen que, después de vender un cuadro de su colección, ha pronunciado otra de las grandes frases del verano: “Soy muy austera. Con 25 millones de euros me da para vivir unos años”. Ambas competirán por el Nobel estival de la sandez, cada año más disputado por la competencia de los ex presidentes de las cajas, de Bankia e incluso de exreputados miembros de la judicatura como Dívar, a quien después de los fines de semana que ha disfrutado a cuenta de todos encima hay que pagarle 208.000 euros de indemnización. El alcalde de Santander los puede conseguir rápidamente porque en solo seis meses ha recaudado 1.321.000 euros en multas de tráfico y otros 245.000 euros retirando coches con la grúa.

Ruiz Gallardón se marcha unos días a Nerja, a revivir su Verano azul, y puede que en busca de un Chanquete espiritual que le aclare la bipolaridad ideológica que profesa. Afortunados huérfanos de su enfermizo afán de protagonismo, para atender la petición de la oposición siria –que busca un líder para comandar la transición- tendremos que recurrir a su fotocopia local, que dirige los destinos de Santander y está constantemente asomado a la foto. Cristina Kitchner ha considerado más rentable convertirse en mito y resucitar a Evita, que en el limbo del pretérito, ya no puede restar protagonismo ni votos y resulta, por tanto, una excelente evocación, ahora que se conmemoran los 60 años de la muerte de la controvertida mujer de Perón.

Pero, sin duda, una de las noticias más amargas y, sobre todo, desconcertantes del día es que Bertín Osborne reaparece en La 2. Esa sacrosanta cadena, hasta ahora preservada con extraordinario mimo como un paraje natural televisivo reservada para una minoría, se deja -al parecer- conquistar con desaliento por una de las celebridades que menos barniz de dignidad intelectual y profesional ha aportado al panorama nacional. Siento que esta decisión sacude los cimientos democráticos del país. Temo que si Bertín salta a la pantalla de La 2 metafóricamente se dinamita uno de los escasos referentes que atesoramos.
Tras esta operación intuyo un lamentable afán depredador hacia esta reserva espiritual marginal que, la verdad, podían haber aislado en su integridad para conservar un mínimo atisbo de dignidad catódica. Es solo un símbolo, pero provoca una convulsión desalentadora. Aunque, para ser justos, creo que este país empezó a no tener remedio el día que Punset se puso a anunciar Pan Bimbo.

jueves, 26 de julio de 2012

El horizonte eléctrico


Siria suda sangre y arde el conflicto del Congo en la frontera con Ruanda. Agoniza julio y Groenlandia se derrite. Y, como icebergs de lujo, los corazones helados de algunos compañeros de viaje como Esther Tusquets y Peces Barba -lúcidos, intelectuales, arrebatadores- migran hoy a la deriva de ese infinito incierto.
Esta noche en Santander vuelan otros pájaros, y Joaquín Sabina recuerda, muy bien entrevistado por Álvaro Machín, al capitán del Concordia que abandonó el primero el barco, como hacen los ricos de España en nuestra peculiar orquesta del Titánic, que los muy golfos –que diría el de Úbeda- están venga sacar los dineros al extranjero, fuera del redil del corralito nacional.
Anoche su verdadero enemigo íntimo, no Fito, sino Manolo Tena, a quien robó una novia hace algunas décadas, ejerció de metafórico telonero con un recital improvisado a golpe de orquesta de verbena que no sonó bien, que no transpiró emoción, pero que desde luego rebosó honestidad y excitó igualmente el recuerdo de nuestros felices y despreocupados años, cuando también el paro nos golpeaba con una dureza extrema y vivíamos sin móviles, ni protección solar, ni vuelos de bajo coste, ni bífidus, ni Internet.
Siento perderme el vuelo de los pájaros Serrat y Sabina, pero ya que son ricos y que profetizan que esto se hunde, podían habernos bajado un poco el precio del concierto porque una entrada equivale al excesivo precio de dos cedés y medio.
Reconozco que en sintonía con Groenlandia, por mímesis con su derretida capa de hielo, el ardor del estío me ha templado la pasión que me condujo a sus palabras y profeso cierto escepticismo ante tanto exceso de compromiso oral, puesto de moda por Urdangarín, que cobró 300.000 euros por un informe evanescente como un holograma.
Le ha emulado el alcalde socialista de Liérganes, que ha pagado 15.400 euros a un abogado por un informe verbal -cuya emisión en toda lógica no puede acreditarse fehacientemente- y que, para colmo, se usó como base para despedir a dos auxiliares de policía.
En Reinosa un albañil declara que el concejal de obras le pagó trabajos que no hizo y leo que el Gobierno de Zapatero gastó gastó 18 millones de euros en trenes para Feve que no pueden funcionar. Compruebo, pues, que España avanza a toda máquina y que –como dice un ciudadano que se llama Sergio y es mi primo- debemos ser el país más rico del mundo, porque pasan los años y todavía queda algo que robar.

Metidos en fiesta, un taxista revienta el alcoholímetro en plena carrera de la Semana Grande. El alcalde De la Serna sale a hombros por la puerta de la Federación Española de Municipios que, como el Senado, son organismos que aún están por demostrar su necesidad. Y en Calabria Covadonga dos clanes depuran asperezas a golpe de gatillo.

Lo suscribo. El futuro está en el horizonte eléctrico de los Deltonos. El mejor concierto del verano nos sopló un estribillo de viejas esperanzas para tiempos inciertos.

lunes, 23 de julio de 2012

El premio al ridículo del Gobierno de Cantabria y Caja Rural de Burgos


El silencio es más cómodo. Pero el periodismo no es oficio para cobardes. La verdad es que el viernes tuve un buen día porque, sin esperarlo, me comunicaron que había ganado la primera edición de un premio de periodismo de apoyo al comercio que organiza el Gobierno de Cantabria y Caja Rural Burgos.
Cinco representantes de cinco instituciones cántabras, Gobierno de Cantabria, Universidad de Cantabria, Cámara de Comercio, Caja Rural de Burgos y Asociación de la Prensa de Cantabria, decidieron por unanimidad otorgarme un premio que me causó –porqué no reconocerlo- enorme sorpresa y agrado.

El lunes, a las diez de la mañana, me llamaron para quitármelo. Un empleado de Caja Rural Burgos, el mismo que el viernes me alegró el día, farfulló compungido unas palabras inconexas de disculpa para acabar reconociendo: “Ya no tienes el premio”. “Yo doy la cara, pero son cosas del Gobierno”, añadió. Obviando el fallo del viernes, el Gobierno convocó otro jurado precipitadamente esta misma mañana. Ese jurado estaba deliberando otra posibilidad mientras el empleado me aseguraba que, en esta repesca, ya no iba a ganar.

Las bases del certamen dicen que es democráticamente inapelable. Pero me pregunto cuál de los dos fallos no se pueden apelar. Si el legal del viernes, o el apaño del lunes, porque a estas alturas hay dos actas firmadas, con dos fallos, con dos ganadores.

La verdad es que la actuación de Caja Rural Burgos solo confirma el estigma de corrupción que acompaña su nombre y el del resto de entidades bancarias que nos han conducido al abismo del rescate.

En cuando a la directora de orquesta, la señora Ana España, responsable de Comercio y Consumo del Gobierno de Cantabria, poco más se puede añadir a la falta de rigor que se desprende de su comportamiento, absolutamente impropio de un cargo público. Pero para qué pedir su cese, si vendría otra igual. A estas alturas de la película pública ya no nos creemos los mensajes de honestidad del presidente Ignacio Diego. Las palabras de los políticos están absolutamente desacreditadas, cuando son capaces de corromperse hasta en un asunto tan menor como éste. Qué no harán en asuntos más severos.

Supongo que este tipo de gente acostumbra a dictar veredictos a su voluntad aprovechándose de la pasividad de los ciudadanos, que nos callamos la boca y nos lamemos las heridas en casa.

Es solo un premio. Ni siquiera es importante. Un pequeño certamen regional. Un premio que he merecido pero que me niegan, supongo que para entregar a una pluma más afín, menos molesta, menos libre.

Pero yo con mi denuncia, con mis palabras, quiero seguir siendo incómoda. Ya me han despojado del galardón, pero no de mi pluma encendida y afilada. Quiero evitar que mañana le pase lo mismo a otro compañero. Quiero conseguir que el talento sea el único mérito que puntúe en la próxima convocatoria de este premio que acaba de desacreditarse por sí solo. Sirva este texto también como aviso a navegantes, para futuros e ilusionados participantes en próximas entregas.

Esta tarde a las siete y media en el Paraninfo de la Universidad de Cantabria le entregan a otro mi premio. Pueden ustedes ir a aplaudirle. 

viernes, 20 de julio de 2012

Fuegos artificiales


La cultura, penalizada ahora con el IVA máximo, es un lujo. Por eso nos quedamos en la charanga, que es igual de cara pero más evanescente y mucho más aplaudida; ligera de consumir. Entre San Fermín y Santiago se han aprobado unos recortes económicos que han desatado la ira de miles de ciudadanos que ayer se quitaron el pañuelo rojo, se manifestaron con camiseta negra y hoy se anudan la pañoleta azul para acompañar el pistoletazo de la Semana Grande de Santander. Son inexplicables momentos de tregua y pandereta en medio de un escenario catastrófico, en un país rescatado, hundido, podrido que no sabe si mañana podrá pagar a sus funcionarios, pero que antepone la prioridad de la verbena ante la oscura realidad.
Llega el verano y todo parece recuperar ese frenesí festivalero de los felices años cumplidos; se puede renunciar a las becas, a aliviar la dependencia de nuestros mayores, a los subsidios de desempleo; podemos tragar con una menor y por tanto peor asistencia sanitaria, menos profesores, más IVA, menos trabajo. Pero la fiesta es sagrada y así, se van sucediendo las romerías con una alegría y un despilfarro sangrante, digno de mejores tiempos, en una estúpida inercia de banderolas, gigantillas y churros, como si de verdad tuviésemos algo que celebrar en tiempos de tanta necesidad.
Las familias ya pagaremos la subida del IVA sobre los consumos de luz, agua y teléfono de julio y agosto, y cuando llegue septiembre el material escolar de nuestros hijos habrá subido de precio, como casi todo. Pero no podemos renunciar a un verano sin fuegos artificiales.

El rey de España, que no está para mucho sacar pecho, se jacta de que otra persona en su lugar estaría de baja recuperándose la cadera y no de viaje oficial en Rusia. Se equivoca otra vez, otro en su lugar estaría jubilado, que es el destino más inmediato y redentor para un señor que a la vejez se ha soltado la coleta y no para de provocar a los ciudadanos desde su atalaya de sangre azul. Y Francisco Camps imparte clases de responsabilidad política en una universidad de verano. Estos fenómenos, entre otros, explican que la prima de riesgo española suba como los cohetes y chupinazos. A toda mecha; que es como prenden los absurdos y las incongruencias.

jueves, 19 de julio de 2012

Romerías de emprendedores


Dice hoy la prensa que el Gobierno suprimirá en agosto la ayuda de cuatrocientos euros a los parados sin prestación, pero también dice que a quienes mandan en Cantabria solo les preocupa que Revilla vaya a encabezar la manifestación de esta tarde contra los recortes. Al parecer, ahora, además de la tijera podadora del malestar, ejercen la potestad de decidir quién se manifiesta y quién no, como si ese derecho emanase de su voluntad política y no de la Constitución.

La cuestión no es quién protesta, sino por qué. Y no conviene descender más de escalón. El mismo partido que hoy asegura sentirse avalado por una mayoría silenciosa que se queda en casa, en anteriores legislaturas tomó la calle, como es natural, para defender y protestar acerca de todos aquellos asuntos que creyó convenientes, especialmente los concernientes a la moral, que es ya en lo único –y poco- que se puede diferenciar de los anteriores.

Por supuesto, ante esta situación, no le preocupa nada que don Mariano, que compatibiliza su cargo de presidente del Gobierno con su condición de diputado por Madrid, además de su sueldo siga cobrando mensualmente del Congreso un complemento de 870 euros para gastos de alojamiento y manutención, cuando vive en Moncloa. Esto supone que solo Rajoy se queda -sin corresponderle- con más de dos prestaciones de parados al mes de esas que van a suprimir.

Tampoco suscita rechazo alguno que vayamos a costear las vacaciones en Marivent a Cristina de Borbón y a sus cuatro hijos, con la de imputaciones que le están cayendo al cabeza de familia y con las cuentas a nombre de la infanta con dinero procedente del Instituto Nòos que se están descubriendo. 

Hasta las romerías han perdido entidad, y en lugar de verbena con orquesta este verano se organizan romerías de emprendedores, como en Corvera de Toranzo, donde exploran este formato innovador para tiempos de crisis.

En fin, la vieja historia se repite. María Antonieta Fabra lanza exabruptos y come pastelitos rosas en el hemiciclo mientras el pueblo, a las puertas del Congreso, pide pan detrás de las vallas, como impotentes espectadores de un circo contemporáneo con muchos payasos tristes.

miércoles, 18 de julio de 2012

El hombre sin odio


Si quieres hacer las paces con tu enemigo tienes que trabajar con tu enemigo, entonces él se vuelve tu compañero. Los ha escrito Nelson Mandela, que hoy cumple 94 años, y es una de esas naturalezas dotadas de una extraordinaria fortaleza, a quien da la sensación de que la vida le está permitiendo jugar una prórroga en compensación por aquellos 27 años de cárcel que, en lugar de envenenarle, forjaron un carácter raramente bondadoso entre una humanidad acostumbrada a competir, conquistar y vengar.

Como él dice, nadie nace odiando a otra persona; pero crecemos en esa diferencia estableciendo dicotomías simples entre las que elegimos amar una cosa y odiar la contraria. Todo empieza con papá o mamá, sigue con Real Madrid o Barcelona y acaba con izquierda o derecha. Siempre en medio de una bifurcación, eligiendo entre simplezas que lógicamente nos conducen a fraguar una identidad simple.

Madiba tuvo la bondad de pensar por todos y no hacer valer nunca su derecho a la justicia, como la víctima que fue. Y en lugar de ajustar cuentas estrechó manos y, a partir de ahí, ganó. Lástima que el ejemplo de Mandela sea el que menos se emula. Todo el mundo le respeta pero nadie le imita, y nadie rellena las fracturas que van hundiéndose cada vez más en el interior de todos nosotros.

En el otro extremo del mundo rojo, el heredero dinástico Kim Jong-Un, se corona emperador del ejército mientras da muestras de una tímida apertura. Muchas revoluciones empiezan por la minifalda, que es un estúpido síntoma de libertad. Y en Corea ya se lucen tacones más altos y faldas más cortas.

En España nos separan brechas distintas. Una de las grandes injusticias de este país es que en él han germinado dos estirpes de trabajadores con derechos y obligaciones diferentes: Los empleados del sector público y los del privado. Y, ahora, el Gobierno pretende unificarlos en una misma simiente, igualando por abajo, es decir, despojando de los derechos conquistados a los hasta ahora privilegiados laboralmente hablando trabajadores públicos, para equipararlos a esos otros empleados del sector privado ahora completamente desprotegidos por culpa de las sucesivas reformas laborales.
En solo seis meses se han marchado del país más de 40.000 españoles buscando un empleo y un futuro que aquí es muy caro de conseguir. 

Las expectativas no son precisamente bonitas. Dicen que nadie es tan feo como su foto del DNI. Siempre hay excepciones, porque también se sabe que la cara es el espejo del alma. Pero la equipación de la selección española rompe todas las barreras de fealdad, sin paliativos ni eufemismos. Bastante complicada es la relación con la prima de riesgo, encrespada por los marianazos económicos que nos sacuden, como para perjudicarnos aún más con esa patética imagen olímpica de todo a cien. Rajoy admite que sus medidas hacen daño a mucha gente, como el chandal olímpico hace daño a la vista.

Volvemos a las palabras de Mandela. Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada. España en este momento no superaría esta sentencia. 

martes, 17 de julio de 2012

Ley a la medida


El cambio es ley de vida, dijo Kennedy. Y alguno aquí entendió que se vive mejor cambiando las leyes a su antojo. Esta última generación política ha caído en la tentación de solucionar los problemas a golpe de decreto y va por ahí corrigiendo las decisiones que no le gustan del poder judicial.
Los políticos antisistema aplican soluciones a lo Berlusconi, quien durante años ha estado jugando a dictar leyes con el poder de un emperador para librarse de sus delitos e imputaciones. Es una forma cómoda de gobernar, en las antípodas de la democracia, que ahora se ha empezado a utilizar en España con una atemorizante despreocupación.

Como en Cantabria tenemos más de quinientas sentencias que condenan al derribo a igual número de viviendas, se decreta una amnistía para legalizarlas soslayando el incómodo resultado del trabajo de los jueces y la ley. No hay inconveniente.
Si las concesiones de la Ley de Costas se han agotado y los propietarios montan en cólera, el problema se resuelve prorrogándolas por otros 45 años más, que ya vendrán detrás quienes carguen con el marrón. Provoca hilaridad el consejero responsable del ramo cuando –ufano, henchido de orgullo- dice que el inconveniente se soluciona perfectamente ampliando los plazos, como si hubiera descubierto la piedra filosofal de la concordia política.

Burlar la ley, o fabricarla a medida de los intereses que puntualmente necesitamos atender. Así gobernamos. ¿Qué no podemos nombrar presidente de RTVE? No se altere nadie, cambiamos la ley para decidirlo sin pactar con la oposición. Son operaciones rápidas que provocan daños colaterales en el sustrato democrático y social que nadie parece reclamar. Es una peligrosa deriva política que no respeta el cometido del poder judicial de hacer cumplir las leyes, que no se siente limitado por la ley en sus decisiones, que no la respeta y que opta con demasiada frecuencia por cambiarlas cuando le viene en gana porque le resultan incómodas.
Las leyes no tienen que cumplirse con independencia de la satisfacción personal que nos produzcan. De eso nada. Ahora se cambian al antojo del gobernante de turno. Así se liquidan los problemas en España, a lo Berlusconi. Lo dijo un filósofo escita, las leyes son como las telarañas: Los insectos pequeños quedan prendidos en ellas; los grandes la rompen. Vivir es cambiar. 

lunes, 16 de julio de 2012

Desdichadamente conscientes


El otro día encendí la televisión pública y en la pantalla prendió la imagen de ‘Ana y los siete’, la almibarada ‘pornoniñera’ que encarnó la Obregón recientemente interrogada por Julia Otero, en ese programa de entrevistas que se ha empeñado en emular al plató de Salsa Rosa, y por el que han desfilado Cayetano el hijo de Paquirri y Carmina, Pedro Ruiz el inclasificable, Alejandro Sanz el millonario español que vive en Miami, y el petulante Vargas Llosa, encajado a la fuerza en esta nómina para aportar un poso de intelectualidad donde, a la vista de los invitados, importa más la audiencia que la calidad.

La recuperación de la ñoña ficción de la Obregón, cuyos guiones emulan la tortura televisiva del Hostal Royal Manzanares de Lina Morgan, me impulsó a cambiar de canal. Y apareció Curro Jiménez. Esa misma tarde había visto ya un episodio de El hombre y la tierra. Me pregunté en qué año estaba, si la señal de televisión había viajado en el tiempo y en vez de asomarse al siglo XIX un ente extraño y verde había forzado una estúpida regresión a un pretérito que alguien juzga más feliz.

Hay que tener la precaución de vivir el presente, que se escapa, de no dejarse conducir por la nostalgia y también de no dejarse seducir por el futuro, como Novagalicia, que vendió a un señor de Pontevedra un contrato de participaciones preferentes que vencerá cuando cumpla 8.046 años, en el 9999.

Esos viajes en el tiempo parecen una suerte de huida de un presente que no asimilamos y en el que nos cuesta existir. García Márquez ha perdido la memoria, está enfermo de olvido, y el futuro que le queda lo vivirá en un presente inconsciente y en un pasado vacío. En un tránsito etéreo. El pobre Gabo vivirá, pero ya no podrá contarlo.

Aquí quedamos los demás, huérfanos de sus palabras, y desdichadamente conscientes de lo que dicen los periódicos. 

viernes, 13 de julio de 2012

Los descendientes


La hija de Juan Carlos, la hija de Fabra. Son esa categoría de mujeres que solo son en relación a otro, que no tienen entidad propia, que no se pertenecen a si mismas, que ejercen de apéndice, que no son más que el sucedáneo de quiénes las inspiran. Y que, por tanto, son tratadas como un eslabón más de la cadena genética. Son lo que se apellidan y eso es precisamente lo que les impulsa y protege en la vida, una suerte de herencia paterna que prende en esas cabezas mechadas de rubio y que constituye su única carta de presentación. Cómoda y eficaz.

La hija de Juan Carlos es una de esas personas desagradecidas con la privilegiada posición social que le ha otorgado el mero hecho de nacer. Una purasangre real desbocada que se ha conducido como una corrupta, aunque esto no llegue a probarse en los tribunales. Asociada al cincuenta por ciento con Urdangarín han capitaneado una trama de saqueo de dinero público con cuentas en Suiza y miserables episodios de blanqueo a través de ong´s de niños enfermos. Todo presunto, porque oficialmente aún son inocentes. Una privilegiada infanta que ha tenido cuantos caprichos ha querido sufragados con dinero público y que, hasta ahora, disimuló tan bien su avaricia que parecía incluso capaz de vivir de su sueldo.

Parece que nada se ha puesto por delante de la ciudadana Cristina, protegida por el apellido Borbón. A la señora de Urdangarín –pese al discursito de Juan Carlos de que todos somos iguales- se le permite actuar con total impunidad frente a la Ley. Lo ha permitido su padre, quien no es juez pero es parte importante, y no ha movido más que una tímida ficha cuando el asunto ya había estallado, y lo tolera la justicia, que es más grave.

Ayer, sin ir más lejos, la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca dijo que no se va a imputar a la infanta Cristina, porque sería morboso. No porque no haya motivos para hacerlo. Solo por el cotilleo que se podría derivar de la imagen de la Borbón en el banquillo de los acusados. Por esa misma estúpida regla de tres ningún famoso podría ser imputado, por lo que el caso Malaya, la Pantoja y su troupe tendrían que quedar inmediatamente ‘desimputados’, si es que el sentido común y la RAE admiten semejante término y circunstancia.
Esta doctrina también libraría a Rato de responsabilidad en Bankia y animaría a delinquir a todo el que sea hijo de y tenga un apellido importante, que no podrían responder ante la Ley por si acaso hablan de ellos en 'Sálvame'.

La otra hija de que es noticia se llama Andrea Fabra, y es la primogénita de ese señor con gafas ahumadas que se conduce en democracia con los mismos hábitos adquiridos en el antiguo régimen. Andrea Fabra es diputada, como podría haber sido azafata de vuelo en el aeropuerto sin aviones de su padre. Ese hombre imputado por cohecho, tráfico de influencias y fraude fiscal a quien todas las navidades le toca la lotería. La diputada Andreíta, que ayer rugió un “que se jodan” desde su asiento del hemiciclo cuando se aprobaron los recortes para quienes cobran el subsidio de desempleo, es el último eslabón -esperemos que sin continuidad- de una generación de políticos Fabra que se remonta al siglo XIX, y que ya va siendo hora de que se oxigene.

La verdad es que antes soportábamos a la nietísima, con aspiraciones de reinar al lado del primo de Juan Carlos, y ahora nos tortura la generación de hijísimas. En este país el mejor curriculum es el apellido. El Gobierno de Rajoy ha colocado a sus descendientes, a los hijos de Esperanza Aguirre, Eduardo Zaplana, Marcelino Oreja, Leopoldo Calvo-Sotelo y Jesús Cardenal; una sobrina de Fraga, un cuñado de Cañete, un concuñado de Montoro, la exmujer de Rato, un hermano de Cospedal, otro de Rodríguez Ponga y un tercero de Álvaro Nadal, y la novia de Feijóo. Es la genética democrática, que también se hereda en la sangre, como en las mejores familias dinásticas.

jueves, 12 de julio de 2012

El foxtrot del Titánic

Ayer una señora de Torrelavega ha conseguido que Eon conectase la luz de su negocio después de amenazar con encerrarse en una oficina de la compañía. Llevaba diecisiete días sin luz, pese a que el 25 de junio ya había abonado todas las facturas pendientes. En cuanto la ciudadana montó en cólera un operario le dio al interruptor. Y, así, en unos minutos, se solucionó por la vía de la presión lo que no se resuelve por el camino del sentido común.

Llegará un día en que todos tendremos emular a la señora para conseguir que Eon nos devuelva el dinero que sus facturas erróneas nos estafan un mes sí y otro también, o para simplemente lograr que alguien lea nuestro contador y no estime tanto, y nos cobren lo que consumimos y no lo que especulan su calculadoras. El poder de las compañías eléctricas no lo tiene en este país más que las de telefonía y los bancos: Un trío que nos cobra cada vez más por abusar, estafar y chantajearnos con absoluta impunidad, mientras los políticos se hacen fotos con sus directivos y -para colmo del esperpento- les financian hasta oficinas del cambio climático, como si la corriente que nos enchufan tuviese algo de energía limpia, en el sentido más amplio del término.

Nos someten a un trato despótico y arbitrario, que algunos necios bendicen como liberalismo puro y que se asemeja más a una autocracia mercantil sin parangón en una sociedad supuestamente civilizada. Nos ofrecen contratos falsos que además incumplen, nos obligan a pagar abultadas facturas de gastos eléctricos que no hemos consumido antes de revisar si es un error, nos cobran y devuelven en un vaivén de recibos de lecturas estimadas y desestimadas y, ante la mínima duda o protesta nos cortan el suministro, que se note quien está en posición de exigir.

No es de extrañar que esta señora de Torrelavega haya amenazado con protagonizar un encierro. Lo raro es que no le hayamos secundado los demás. La noticia, por supuesto, no juega hoy la primera división informativa reservada para el rancio y provinciano escaparate de los baños de ola, una celebración vacía de contenido que exalta la historia de Santander ligada a la monarquía, que solo se bañó diecisiete años en la arena de este Cantábrico, soslayando el pretérito ‘sardinero’ del barrio que hoy pretende adornarse con plumas reales para camuflar el olor a pescado que le dio su verdadera identidad.

Esta reiterada y ya cansina exaltación del veraneo real se celebra con disparates tales como un recuerdo para el Titanic, a falta de descubrir nexo histórico alguno entre el baño de ola a la santanderina y el maldito iceberg de las aguas del Atlántico norte. El rigor histórico es lo de menos. También hay exhibiciones de cómo se fabrican las anchoas, actividad, como se sabe profundamente enraizada en el Sardinero, o espectáculos de can-can, swing y foxtrot que no se bailaron nunca en las verbenas santanderinas. Tampoco nunca nadie se tropezó en Santander con vendedores de prensa suplicando a los viandantes: “Cómpreme el periódico que necesito conseguir unos peniques para poder cambiarme de ropa”, moneda británica que los de Santander solo hemos compartido de pequeños en los libros de Enid Blyton.

Pero el periodo histórico comprendido entre 1913 y 1930 da para hacer mucho el ridículo. Hasta el punto de que un año se pagó al programa 'Sálvame' para que Jorge Javier y su ejército de singulares personajes se vistieran de época de ola santanderina, consiguiendo así cotas históricas de descrédito, para una ciudad que se enorgullece y considera un hito que al Palacio de la Magdalena se le conozca como escenario de la serie Gran Hotel antes que como sede de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, mucho más valorada fuera que en el corazón de los despachos políticos de la ciudad.

Aquí se aplaude todo. Los recortes en el Parlamento, que Berlusconi amenace con presentarse a las elecciones en 2013, el foxtrot del Titanic sobre la arena del Sardinero o la singular muestra expositiva de paneles sobre la peatonalización de la calle Lealtad. No extraña que en Nueva York los chefs estén poniendo de moda la casquería española. 

miércoles, 11 de julio de 2012

Hogares de paso


Todos los veranos llegan a Santander los niños rusos o saharauis buscando calor o huyendo de él, abrazándose a sus familias de acogida para menguar la tristeza de un año macerado en la distancia, sin abrazos. Es un tiempo que ha transcurrido de forma impaciente, un invierno que sobrevive junto al álbum de fotografías y la expectativa del reencuentro.

Cuando cada verano veo en el periódico las instantáneas de esa emotiva reunión dentro de mí se disparan los recuerdos de aquella acogida que se ha convertido en un punto de referencia estable y vital. La primera impresión es con suerte un cruce de miradas a partir del cual tu vida cambia, prácticamente se aparca, para cobijar y disfrutar de un sentimiento nuevo, de un afecto inesperado, de una ternura instantánea, de un cariño arrebatador.
Ella conquista el corazón, pese a su rudeza, su falta de costumbre de abrazos y besos, y sus lágrimas, porque deja atrás, aunque sea temporalmente, a su propia familia. Es una invasión instantánea en la que inesperadamente se derriten todos los filtros que el sentido común, o más bien el miedo a hacernos daño, impide que nos dejemos invadir por las emociones y sentimientos complicados. No hay ni asomo de compasión. Es una relación entre iguales, en la que –en todo caso- el débil es quien acoge, quien siempre recibe más de lo que entrega.

Han pasado diez años y ella forma parte de nosotros. Y en todo lo que hemos compartido nos ha colmado de almíbar. De sonrisas, de complicidades, de viajes compartidos, de ilusiones e incluso de preocupaciones.
Todos pensamos que nuestro nuevo hermano o hijo es especial. Nuestra niña, además, es rara. Y eso es lo que más me gusta de ella. He contado muchas veces que lo primero que preguntó cuando llegó con tres años a Santander fue “¿dónde están las vacas?” y “¿Por qué ha tapado lo verde?”. Le fascinaba que el dinero saliera de las paredes de las casas, y no perdía detalle de las operaciones en los cajeros automáticos. En realidad desconocía para qué sirve el dinero y desgraciadamente hubo que enseñarla a utilizarlo para comprar chucherías o subirse a los tiovivos. Le parecían raros los abrazos y los besos, que a la vista de la sorpresa no había practicado mucho. Cultivaba la extravagante afición de recortar las fotografías de las esquelas y de las vacas que se publicaban en los periódicos, que componían una ecléctica colección que guardaba y a menudo exhibía como un tesoro en los lugares más insospechados. Le regalamos un muñeco al que bautizó con el nombre de 'crío', y todas las mañanas insistía en que le comprásemos una dentadura postiza antes de que el temido ratoncito Pérez se llevase todos sus dientes. Pegaba la cara en los escaparates de las pastelerías y escribía cartas llenas de garabatos a la cigüeña para que le trajera un hermanito, y al cartero, porque confusamente pensaba que trabajaba leyendo el correo ajeno. 

Nuestra frase preferida es “¿Te imaginas?” y a partir de ahí nos atropellamos fabricando conjeturas a un ritmo veloz y descarado, entre risas. Dentro de nuestro peculiar lenguaje propio también hacemos ‘misiones’, término que aplicamos a cualquier tipo de iniciativa que abarca desde salir a tomar un helado –siempre de mantecado y yogur-, ordenar el armario o añadir fotos a su álbum de pegatinas, que ahora creo que se llaman stickers.

Son muchas pequeñas cosas las que se asoman cada vez que miro en los periódicos las fotografías de esos niños que cada verano regresan a un hogar de paso, y estoy segura de que todas las familias se quedarían con ellos para siempre. Que son ellos quienes nos hacen más felices a los demás.

martes, 10 de julio de 2012

La realidad líquida de Bauman


La crisis ha disparado los disparates, y como ante tiempos revueltos recomiendan aplicar la receta de la creatividad, a ello se han puesto algunos, con resultados cuestionables que nos han hecho añorar aquellos tiempos en los que no hacía falta pensar y nos dejábamos llevar por iniciativas ajenas.

La Universidad de Cantabria ha creado un grupo de inteligencia para detectar qué buscan los turistas en Santander, cuando probablemente sea más fácil y más barato preguntárselo a ellos mismos. El Ayuntamiento de Santander ha contratado a un experto para que diagnostique el estado del sistema cultural de la ciudad, cuestión que debería haberse abordado ya en el fracasado espejismo de la capitalidad europea. Y el Gobierno de Cantabria seleccionará grupos de parados para que compartan penas, mientras que en Santander se activa una cosa muy rara que se llama realidad aumentada.

Son algunas de las consecuencias de la creatividad y, tal vez, de esa modernidad líquida que el filósofo polaco Zygmunt Bauman dice que habitamos, de esa evanescencia y falta de compromiso por la que transitamos. Vivimos una cultura de lo efímero en un escenario de incertidumbre y, en lugar de mejorar la sociedad cada uno de nosotros buscamos un espacio cómodo y confortable, una burbuja propia desde la que abandonar al resto del mundo y a sus problemas. Mirar hacia otro lado. Y escapar. Es más fácil y menos comprometido surfear sobre la realidad líquida que nadar en ella, dice Bauman.

Es cierto. Pocos vamos más allá de arreglar el mundo desde el sofá y la barra del bar. Y cuando una vez nos indignamos y tomamos las plazas, enseguida se nos agotó la efervescencia y regresamos al silencio, a la porosa trinchera de nuestro hogar donde asimilamos con resignación las consignas que cada día nos hacen más pobres, y más nos alejan del paraíso prometido del liberalismo, el edén de libertad y riqueza consumista que solo disfrutan quienes nos empobrecen y quienes nos gobiernan.

Nos deslizamos sin ruido, ligeros, protegidos por un caparazón. Dóciles, que es la antesala de sumisos. Somos cómodos para el poder. Y los somos en las grandes cuestiones y en las pequeñas cosas.
Ya nadie se pregunta que será de Ángel y Paquita, esos ancianos enamorados condenados por los servicios sociales a separarse. Por si acaso el final es triste. Realidad líquida es un eufemismo de Bauman para referirse al estado de cobardía moral del que nos nutrimos.

lunes, 9 de julio de 2012

La letra pequeña


El Gobierno se niega a evitar que nos estafen con los contratos pero, al menos, ha obligado a que la letra pequeña mida como mínimo 1,5 milímetros, según la circular del Banco de España publicada en el BOE. Piensan que, así, con este tamaño aún microscópico tendremos más posibilidades de percibir que nos están timando, que es para lo que de verdad sirven los contratos. La cuestión no es el tamaño, como ya se ha venido reconociendo en otros campos, sino la pericia del estafador para camuflar en una gramática confusa el envenenado compromiso que adquirimos al firmar.
Supongo que sería más sencillo ir al grano. Prohibir la letra pequeña de los contratos y obligar a que todo se firme en letra grande. Pero a veces quienes nos gobiernan piensan que lo sencillo, lo obvio y lo correcto, al parecer, no es lo más conveniente para nosotros.

España es por definición un país de letra pequeña. Ahora nos invade la tercera Rumasa, la trilogía del fracasado clan jerezano. La dinastía de la estafa continua se perpetua eludiendo el embargo judicial –alguna salvedad incluirá para la hacerlo posible las minúsculas finales- y, de momento, opera de forma clandestina. Mientras los diseñadores de cabecera de la duquesa de Alba, Vitorio & Lucchino, están en bancarrota, tal vez influida por los complicados diseños con los que han disfrazado durante años a esta señora.
                                                                                      
La pareja de reconocidos diseñadores puede apuntarse a las lanzaderas de empleo y emprendimiento solidario que se ha inventado el Gobierno de Cantabria para tener entretenidos a los parados. Al parecer la iniciativa -que no supera el concepto de ocurrencia- consiste en crear grupos heterogéneos liderados por un coach, dice la propaganda oficial, una especie de grupos de autoayuda para levantar el ánimo y decidir colectivamente cómo y donde van a buscar trabajo.
La cosa consiste en hacer un club de amiguitos en paro para crear –alucinen con la antítesis- ‘desempleados activos’, que estén todo el día discurriendo cómo pueden ganar dinero. Los beneficiados se captarán por anuncios en prensa y entrevistas personales, es decir, que habrá un proceso de selección para tener amiguitos, para crear nuestra pandilla de parados. Todo esto no es broma y, además, nos cuesta dinero.

Todas estas ocurrencias supongo que figuran en la letra pequeña de esos programas electorales que nunca se cumplen, igual que los contratos de las preferentes de los bancos, los de las tarifas de las compañías telefónicas, o los precios del kilowatio de las eléctricas. 

viernes, 6 de julio de 2012

Una victoria moral


La condena de Videla me reconcilia con el mundo, aunque sea tarde y mal, como habitualmente se dejan suceder estas cosas, porque lo más temible de estos sanguinarios verdugos es el atroz ejemplo de su impunidad. La sentencia que le condena a cincuenta años de cárcel por el robo de bebés durante la dictadura argentina, entre 1976 y 1981, da la razón a las Abuelas de la plaza de mayo que desde la restauración de la democracia en 1983 han luchado por sentar en el banquillo a los responsables de la tortura y muerte de sus hijas y de la desaparición de sus nietos.

Cierto es que la sentencia supone una simbólica victoria moral dado que Videla, con 86 años, y otra decena de cómplices en el gobierno de la dictadura, ya cumplen cadena perpetua desde 1985 por asesinatos y todo tipo de delitos de lesa humanidad. Poco le importaba añadir unos años más. A nosotros si debe importarnos, porque certifica que triunfa la justicia, y no la venganza, como algunos pueden colegir del hecho de que esta última condena no tenga repercusión en forma de castigo efectivo.

Hace poco los crímenes de guerra en Sierra Leona pasaron factura a Charles Taylor que fue condenado a cincuenta años de cárcel por el tribunal penal de La Haya. Pero hay otros demonios que para vergüenza de la humanidad no han sido sometidos al veredicto de la justicia y, es más, algunos de estos personajes, como el especialmente hiriente Pinochet, se han jactado de ello hasta su último aliento transformándose, cuando convenía, en un desvalido y demente abuelito para burlar la orden de captura internacional en Londres emitida por Garzón, o los posteriores procesos judiciales que a raíz de esta iniciativa se abrieron en Chile.

Por desgracia, la lista de dictadores que abrazan la impunidad es demasiado larga y supone un fracaso de la comunidad internacional, que acaba encontrando más cómodo que Gadaffi sea eliminado en un cruento combate civil o que Sadam Hussein, tras dos años de juicio, fuese condenado a morir en la horca por el Alto Tribunal Penal Iraquí.

Montesquieu dijo que la ley ha de ser como la muerte, que no exceptúa a nadie. Pero hay en algunos de nosotros un poso de justicia mal entendida que considera que mirar hacia atrás en el tiempo para juzgar los crímenes de una dictatura es una innecesaria ansia de venganza. Pasar página es una cobardía colectiva, es el fracaso del estado de derecho que tanto ponderamos; supone condenar al silencio y al olvido a las víctimas y a sus familiares negándoles su derecho a la justicia. Es, por tanto, discriminatorio, además de cruel.

Supongo que para quienes somos ajenos a las víctimas mirar hacia otro lado es una actitud mucho más cómoda, no enredarse en el pasado, no escuchar ni sufrir con sus testimonios, con el dolor ajeno. Y en última instancia, no sentirnos culpables, ni cómplices del silencio, del olvido, de la indiferencia, de la pasividad.

En España lo sufrimos a diario. Muchos de quienes reclaman que los terroristas etarras se pudran en la cárcel, son fanáticos defensores de la amnistía hacia los asesinatos franquistas, como si en ambas circunstancias el resultado no hubiese sido el mismo: Un crimen. No es venganza, es justicia. La misma que se aplica automáticamente todos los días al ladrón que roba un coche o al que arranca el bolso a una señora.

Videla no podrá resarcir a las víctimas del mal causado, pero esa no es razón para que no sea condenado. Tal vez lo más repugnante, lo más desasosegante, es que ni siquiera está arrepentido, como hemos podido comprobar en el proceso judicial. Si el demonio existe, uno de sus nombres es Videla. Una naturaleza envenenada y pútrida.

jueves, 5 de julio de 2012

Vivir en cautividad


Quien tenga un millón y medio de euros puede emular a Onassis, propietario de la paradisíaca Skorpios, y adquirir una de las veinte islas griegas que la crisis ha puesto en venta a precio de saldo. Tener una isla es tal vez el mayor signo de opulencia y vanidad que se pueda dar. Es una especie de capricho, rémora de ese señorío feudal tan dependiente de la extensión de sus tierras, que tiene un significado especial ajeno a la falta de glamour de los grandes terratenientes como la duquesa de Alba.

El precio de estas porciones de Mediterráneo griego son una auténtica ganga, si se tiene en cuenta que hace dos años, en España, se pedían seis millones de euros por un pequeño islote en Menorca propiedad de la familia balear Roca que, finalmente no se llegó a vender por presiones del Gobierno.

Una porción de tierra en el mar garantiza independencia, aislamiento, y simboliza un poco esa fiebre individualista que desde hace tiempo condiciona el urbanismo de las ciudades que ahora se conquista en forma de urbanizaciones cerradas donde los niños ven el mundo a través de una verja. Los barrios, la calle, son señas de identidad de un tiempo pasado porque ahora los espacios urbanos y rurales se siembran de urbanizaciones privadas, con vallas, cámaras de seguridad, alarmas y complicados códigos de acceso. Incluso en el corazón de la ciudad proliferan esas islas, esas peceras que satisfacen el deseo de propiedad de sus vecinos y que les aíslan de los demás en función de la categoría social del recinto que habitan.
Cada vez más zonas de expansión de las ciudades son barrios vacíos, ausentes, deshabitados. Los vecinos salen y entran en coche de los garajes de las urbanizaciones, y ya nadie callejea, ni pasea, a menos que tenga perro, aunque también éstos suelen respetar el perímetro vallado de su propiedad como evitando esa contaminación con otras especies urbanas.

Nos criamos como el quebrantahuesos Atilano, en la más absoluta cautividad, sin que eso sea bueno o malo, simplemente un raro empeño por tratar de poner fronteras a un mundo tan grande. Atilano tiene que aprender ahora a vivir en libertad. Como muchos de nosotros que nos consideramos más libres en cautividad, cobijados en nuestra urbanización, en nuestra isla aislada, en nuestro territorio propio. Pero eso no es más que habitar una burbuja, eso nos hace prisioneros no independientes. Qué pequeña es la luz de los faros de quien sueña con la libertad, dijo Sabina.

miércoles, 4 de julio de 2012

El amargo Wert


Un ayuntamiento de Castellón ha convocado una oposición para una plaza de enterrador que ha quedado desierta, porque ninguno de los 37 vecinos que se presentaron sabía sumar, restar, multiplicar y dividir correctamente. Independientemente de que se podría cuestionar la necesidad de certificar el conocimiento de tales operaciones para ejercer un puesto sin ecuaciones mentales complicadas, habrá quién se sirva de la anécdota para demostrar el desconocimiento que, dicen, nos asiste desde la generación LOGSE.

El propio ministro Wert, ácido como las primeras mandarinas de temporada, estará probablemente convencido de que su nuevo plan educativo puede frenar la ignorancia en matemáticas básicas. Wert nunca se ha dedicado ni a la cultura, ni al deporte, ni a la educación, pero una vez investido con la reverencial sotana de la casta política se ha convertido en un iluminado experto en copiar los peores vicios formativos que ya fracasan en otras fronteras.

Por lo pronto, el abstruso novato ha detonado más de una carga de dinamita gramatical que ha sacudido los cimientos del sentido común. Quién probablemente ha encajado mal el significado de ser ministro y ejerce el ministerio con toda la furia de un emperador caprichoso, ha sido agarrar la cartera y considerarse investido de infalibilidad educativa. La torpeza de su inexperimentada e instantánea clarividencia es una amenaza para un sistema educativo en constante mutación hacia el fracaso. La educación, como la cultura, ahora unidas en el mismo ministerio, han pretendido utilizarse como instrumentos para fabricar ciudadanos en serie que piensen y conecten con los mismos valores que el partido político de turno. Poco le importa a Wert y a sus antecesores que los escolares españoles hagan cada vez más plastilina y menos cuentas, con tal de que interioricen, o no, depende del color del ministro, que la familia como dios manda son papá y mamá, que el aborto no tiene matices y es siempre un asesinato caprichoso, que el matrimonio solo es entre hombre y mujer o que la memoria histórica debe permanecer en el olvido. Poco más interesa que adoctrinar, en lo educativo y en lo cultural.

Así las cosas, el amargo y soberbio Wert ha inspirado el enésimo plan para forjar ciudadanos inteligentes, condenado al fracaso de antemano, ya que el ministro solo plantea retocar los contenidos de Educación para la ciudadanía

Al parecer, según ha descubierto Wert, el problema es únicamente evaluativo. Se ponen más reválidas y arreglado. Los alumnos se someterán a una evaluación el último curso de primaria escasamente ambiciosa en la que únicamente tendrán que demostrar que no son alfabetos funcionales, es decir, que saben leer, escribir y un poquito de inglés básico. El que suspenda repite sexto, pero si ya es repetidor pasa de curso e inicia la ESO con un certificado de que no sabe nada en su expediente. Este sistema se repite en cuarto de la ESO, con dos modalidades distintas para bachillerato o formación profesional.
Es decir, que a partir de ahora, habrá más oportunidades de demostrar lo poco que saben.
Se quiere adelantar a tercero de la ESO la selección de contenidos orientados a lo que se quiere ser de mayor, es decir que con catorce años decidan. Lo cual, más que precipitado, es anormal porque a esa edad aún no tienen ni acné.

Qué más da. Los torpes estudian en la escuela pública, de segunda velocidad, y los listos, a colegio de pago, de élite, donde Wert se ha formado esta mentalidad tan ofuscada.

Los que sobrevivan llegan a la universidad, donde el inexperto Wert pretende sustituir la prueba nacional de Selectividad por la caprichosa selección a dedo de cada institución académica que pondrá sus propios mecanismos de acceso. Un sistema que copia uno de los peores defectos de la educación norteamericana, pero que fascina al retorcido Wert.

Hasta ahora, en España solo los mejores estudiantes han accedido a la Universidad en base a sus calificaciones, homologadas y certificadas a nivel nacional por el examen de Selectividad. Si de algo tenemos que estar orgullosos es que, en este país, independientemente de la procedencia social, cualquier ciudadano con talento, aunque no tuviera recursos económicos, ha podido estudiar en la universidad pública española. Solo los más listos llegaban a la universidad. Pero el triunfo del talento es agua pasada. A partir de ahora el dinero manda, y quien lo tenga tendrá más posibilidades de estudiar y de elegir universidad, mientras los demás recorrerán la geografía nacional haciendo pruebas y pruebas de acceso, entrevistas y peloteo al decano de turno. Y eso, es borrar algo de lo que este país puede sentirse orgulloso. Es por tanto un error mayúsculo de Wert, tan grande como la soberbia que le envenena, como la inexperiencia que nos arrastra hacia una tremenda injusticia.

martes, 3 de julio de 2012

La partícula de Dios


Los científicos llevan años tratando de encontrar la partícula universal, una mota responsable del valor de la masa en el Universo, una brizna bautizada con nombre y apellido -Bosson de higgs- de cuyo hallazgo depende construir nuestra imagen de cómo se creó el Universo. Para ello hacen experimentos con una máquina de sacudir el vacío en busca el origen de la masa de las partículas, el origen de la materia. Y su hallazgo, o no hallazgo, puede inclinar la balanza del debate entre fe y razón. Desentrañar desde el punto de vista científico si el universo responde a un diseño inteligente o todo es casual y caótico. No es de extrañar que la llamen la partícula de Dios.

No creo que estemos preparados para conocer una verdad científica tan severa, tan determinante. Un axioma científico que sacuda nuestra percepción del mundo y de la vida. Puede ser más cómodo habitar este limbo de incertidumbre, donde nos manejamos a oscuras en lo desconocido. Hay enigmas que preferimos soslayar, para no hacernos preguntas desasosegantes.  

Además, los científicos tienen la misión añadida –mucho menos selecta- de revisar algunas primitivas teorías como la existencia de los vampiros. Especialmente después de conocer hoy que en Austria han detenido a cinco personas con diez toneladas de ajos robados en Albacete… mientras se dirigían a Rumanía con este impresionante alijo de antídoto contra los muertos vivientes. Todo eso ocurre hoy, que los presos catalanes se han quedado sin merienda por culpa de la maldita crisis que envejece aún más a la población española, porque desde 2008 nacen menos niños mientras la esperanza de vida sigue al alza.

Mientras el acelerador de partículas se aplica en desentrañar si Dios hizo el universo, Leticia Sabater se desnuda en Interviu para buscar novio, misión que ya emprendió sin éxito alguno en las redes sociales. Hoy es Putin quien se aventura en Facebook, para controlar los debates ciudadanos, si acaso es ya posible ejercer mayor censura en Rusia de la que practica el zar, con el visto bueno de eso que llaman comunidad internacional.

lunes, 2 de julio de 2012

Un domingo singular


Ayer fue un domingo singular que ha desparramado una resaca de alegría a un lunes siempre triste. La ilusión de creernos mejores que otro, aunque solo sea en una competición deportiva, eleva la moral de un país que, por un momento, se envuelve en una misma bandera nacional que, en pocas semanas, cuando empiece la Liga, se cambia por esa otra identidad más cercana al lugar al que cada uno se siente más atado emocionalmente.

Ayer fue un domingo singular, porque aunque fuese por un instante, simbólicamente nos resarcimos un poquito de tantos líos –como dice Mariano- y pasamos del pelotón de cola de los económicamente torpes europeos al inútil limbo de la victoria deportiva. Nada nos importa que quienes han chutado el balón cobren una prima total de casi siete millones de euros (un 20% más de lo que ganaron en 2008) porque, a diferencia de los gestores de las cajas de ahorro, estos muchachos –ya millonarios- nos hacen más felices que los políticos.

Ayer fue un domingo singular, porque el Gobierno, para celebrarlo, regaló por la mañana un punto extra a todos los conductores que han sido buenos al volante. Y también, raro para ser domingo, entró en vigor eso que llaman copago farmacéutico y en las boticas de guardia se estrenaron las nuevas recetas. En los cuarteles españoles los soldados empezaron a pagar la mitad de su comida. En Cantabria salió el sol después del mitin de Revilla. En el muelle de Santander se manifestaron ciudadanos a favor del sombrero y en contra del Centro Botín.

Ayer fue un domingo singular, y en la resaca del día siguiente, de este lunes simpático, Sosa Wagner –desafectado de alegrías de portería- dice en El Mundo que si en el 98 lloramos por el imperio perdido, ahora lo hacemos sobre los títulos de una deuda que se desparrama como un tumor infectado y venenoso. En realidad, frente al pesimismo, nos enganchamos ahora al Tour de Hollande, que es la única esperanza de que el Eurogrupo, o la Eurocopa, no nos rescate con balones de oxígeno envenenados.