viernes, 28 de septiembre de 2012

Esperando un milagro


Hoy un bioquímico explica cómo deconstruir un huevo en el taller ‘De yema a clara’ que, contra lo que podría sospecharse, no organiza la asociación gastronómica Pantagruel, sino el Instituto Cervantes. Ayer, el Gobierno de España también cocinó un inquietante Real Decreto que concede la Gran Cruz del Mérito a la Virgen del Pilar. Una condecoración que premia las acciones o conductas de extraordinario relieve y que, por tanto, se supone que se otorga por anticipado a la ‘pilarica’, para que se anime a rescatarnos antes que Europa. 
Eso si, con algún milagro financiero más efectivo que la austeridad que nos asfixia; aunque el dinero en España todavía da para subvencionar con 900.000 euros a las fundaciones de los partidos políticos más votados –pp y psoe- por divulgar valores democráticos. Como los que hemos visto estos días en Neptuno y el aberrante asalto armado a la estación de Atocha, películas que deberían aspirar a la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián.
Aunque, ahora, ventajas para los tahúres, las pérdidas del casino o de la Bolsa se podrán deducir del IRPF, medidas que benefician a los pobres especuladores bursátiles que ya no se hacen tan ricos por sesión como antes, y a los pobres infelices que no tenemos valores, para que nos lo juguemos en Eurovegas con más ligereza. Y para entretener la espera hasta que Fomento nos ponga la primera piedra del AVE en el 2024, cuando la ministra Pastor haya comprendido el error de volver a resucitar un proyecto –nunca mejor dicho- que circula por una vía muerta. 
Esta semana también resucitó Ramontxu -que es un clásico de la Navidad como la empanadilla de Martes y Trece- y se puso la capa para adelantar la Nochevieja, que se celebró ayer en el otoño de Madrid, sin uvas ni cuartos, para conmemorar la llegada al mercado del nuevo Iphone 5 que, dada la fecha, no ha podido estrenarse en directo con una llamada a Encarna desde Móstoles, que es lo único que faltaba en esta sucesión de extravagancias.
Dicen que en este país, los ricos hablan de austeridad, la monarquía de justicia y la iglesia de sexo. Ayer alguien decía en Twitter que Google y Hacendado dominarán el mundo. Que se den prisa, que esto se acaba. 
Parafraseando a Mark Twain, de todas las cosas que ha perdido España, la que más se echa en falta es la cordura.

jueves, 27 de septiembre de 2012

La tentación de la Gran Manzana


Si es usted presidente de España, del Partido Popular y algo sosito debe extremar las precauciones cuando viaje a Estados Unidos, porque puede sufrir alucinaciones, ofuscamientos, delirios de grandeza y dismorfia muscular, también llamada vigorexia. Todo empieza fumando un puro, y a partir de ahí se suceden una serie de catastróficas desdichas.
Ayer Rajoy cayó en la tentación de la Gran Manzana y asomó a sus labios un generoso habano, mientras los indignados españoles volvían a tomar la calle. Esta falta de tacto y oportunidad confirma que puede haberse activado ya la mutación del registrador de la propiedad gallego; mutación que ya sufrió Aznar cuando ejercía de meritorio para el trío de Azores.

La precuela de esta comedia política tiene su origen en el deslumbramiento de Aznar acontecido tras pisar suelo americano, cuando también se fumó un puro con los pies en la mesa con el entonces inquilino de la Casa Blanca, George Bush. La desatinada postal fue el inicio de una delirante sucesión de gags y monólogos que ya quisieran para si los guionistas del show de Benny Hill, si continuaran produciendo una serie tan casposa. Aznar mutó. Acostumbrado al glamour de Oropesa, fue fulminado de inmediato por el oropel yanqui y dejó atrás a josemari –un gris funcionario de provincias- para refundarse en mister Aznar, como antaño su padre político Fraga hiciera con su propio ideario.
Fue un viaje apasionante para los atónitos electores españoles, un fenómeno de transfuguismo físico y mental inédito. Estalló un fenómeno, un superhombre. Viajó del yo al superyo, y lo superó con creces hasta fortalecer el superego del que presume en la actualidad. Se le disparó la autoestima por encima de la prima de riesgo, hasta tal punto que no dudó en expresarse –para regocijo internacional- en un ridículo acento tejano convencido de que realmente estaba hablando inglés. Invitado por unas bodegas, confesó -un poco piripi- que le gustaba tomar dos copitas de más cuando conducía a la velocidad que le daba la gana. Presumió ante Bush de correr diez kilómetros en cinco minutos veinte segundos. Se tatuó una tableta de chocolate en el cuerpo, a un ritmo de dos mil abdominales diarias. Se volvió una ratita presumida, cultivó una descuidada melena y se adornó con pulseras, en su frenética búsqueda de una nueva y –sobre todo- extravagante identidad; que llegó a su cénit en el congreso de Valencia que debía consagrar a Rajoy, cuando irrumpió exhibiendo moreno y un desenfadado vestuario, chocando palmas y agitando su melena con más frenesí que la rubia de los limones del caribe. Fue su momento de éxtasis.

Esta es su cara más inofensiva porque mister Aznar vivió su sueño americano, como ayer empezó a hacer Rajoy, hasta sus últimas consecuencias y nos llevó al fracaso y al dolor de una injusta guerra en Irak cuyas secuelas aún padece el desangrado país. Hay algunos apuntes incluso más miserables, pero nada importaba porque España era una, y fuerte económicamente, ¿a qué andar con remilgos morales?
Aznar ha vuelto. Reencarnado en Mariano. El juguete roto de la guerra de Irak lo designó sucesor a dedo, y eso imprime una huella. Como su mentor, ya ha aspirado las mieles del habano en suelo yanqui y ha creído rozar las estrellas de la enseña norteamericana. Tranquilos, que la mayoría silenciosa está en casa. Eso mismo pensó Aznar de las manifestaciones contra la guerra de Irak, y Nixon –que inventó el ya manido término ahora rescatado por Rajoy- de las protestas de Vietnam. Todo empieza así, cuando dejan de escuchar. Cuando se dejan seducir por delirios de grandeza. Cuando imponen. Cuando se esconden detrás de la policía.

La inmensa mayoría de los españoles no se manifiesta. Tampoco la mayoría de los españoles votó al Partido Popular. Solo lo hicieron 10.830.693 que, por cierto, han sido estafados con el programa electoral. Y a lo mejor no se atreven a salir a la calle por miedo a la feroz represión policial que hemos visto por televisión, aunque el Gobierno lo niegue. Lo dijo Groucho Marx: “¿A quién va a creer usted? ¿A mi o a sus propios ojos?

miércoles, 26 de septiembre de 2012

El otoño español


Mariano Rajoy decía anoche en la ONU que en España vivimos una difícil pero exitosa transición a la democracia, mientras el auditorio contemplaba atónito desde sus tabletas y móviles las imágenes de la represión policial frente al Congreso en Madrid. “Nuestra experiencia puede ser útil para los países de la primavera árabe”, continuaba el gran líder, sin darse cuenta de que en esos momentos la plaza de Neptuno parecía la plaza Tahrir, en un conflicto con repercusión internacional en manos de la reconocida habilidad como mediadora de la delegada Cifuentes, quien ya había criminalizado de antemano a los rebeldes y había cercado el congreso con un ejército de policías. Como manda la tradición, Neptuno solo puede ser invadida por los hinchas del Atlético de Madrid.

Pero mientras Cifuentes y Cospedal frenaban el intento de golpe de estado de los indignados, su jefe de filas y presidente nuestro, el señor Mariano, ni siquiera estaba en España defendiendo el fuerte. Sino a miles de kilómetros defendiendo ante la ONU la Alianza de Civilizaciones de ZP que tanto denostó. A ver si al final el ataque a la democracia no fue para tanto.

En todo caso, de nada sirven las constantes apelaciones a la confianza de los mercados si el mundo se desayuna con escenas tan deplorables como las de ayer en Madrid. De nada sirven las visitas del rey a los editores del New York Times. Pretender que en España la gente no busca comida en las basuras, es una soberana necedad. No son un secreto las colas a la hora del cierre de los supermercados, cuando los empleados vacían fruta podrida y productos caducados en los contenedores. Ni las esperas en la cocina económica. Que no pase en los mundos de Yupi que algunos políticos habitan, no significa que no exista.

Pero hay algo más preocupante que la propia imagen internacional. Es la quiebra del derecho a la libertad de expresión que se restringe, se criminaliza, se cercena, se mancilla y se desacredita. Los ciudadanos indignados tenemos derechos y dignidad; los mismos derechos y la misma dignidad que Cifuentes, Rajoy y Cospedal cuando se paseaban con los obispos por la plaza de Colón, en aquellas multitudinarias concentraciones a favor de la familia. Aquellos tiempos en los que las calles de Madrid eran elásticas y se abrían las avenidas como las aguas del Mar Rojo para permitir el paso de un millón de manifestantes. Donde ahora, misterios insondables, solo caben seis mil.

Lamentablemente, la policía está demasiado ocupada en sofocar protestas ciudadanas. Ayer, en Reinosa, un señor y su hijo llegaron a casa y se tropezaron con cuatro atracadores que les hicieron frente. La Guardia Civil tardó en llegar cuarenta minutos. Por supuesto, los malos huyeron. El día anterior otro vecino reclamó sus servicios cuando se encontró su casa también desvalijada. Telefoneó a las doce de la noche y llegaron a las ocho y media de la mañana. Tenemos claras cuáles son las prioridades.

Pero los políticos solo quieren aplausos, y no aceptan los abucheos con la misma deportividad. Nos hemos escandalizado de que Putin haya metido en la cárcel a las Pussy Riot, pero aquí vamos a juzgar a seis personas por insultar al ministro Wert cuando visitó la Menéndez Pelayo, y un juzgado ha condenado a una accionista del Igualatorio Médico a pagar seiscientos euros por llamar al director general sinvergüenza, que es sinónimo de frescales o insolente.
En el Congreso superan la categoría de este epíteto cada dos por tres, y no digamos en los programas deportivos. Y, la verdad, cosas peores nos ha dicho Andrea Fabra desde el escaño y ahí sigue, con sus cinco mil euros mensuales, su ipad, su iphone, su conexión a internet gratis y una tarjeta con tres mil euros anuales para gastarse en taxis. Como para permitir que un indignado en camiseta y chanclas la levante del sillón de la democracia. A esta no la destierran a Canarias, como a la periodista ciega que no vio la Diada.

martes, 25 de septiembre de 2012

Churros con queso


No se qué es más raro, que un juzgado haya condenado a un sindicalista por tránsfuga, que los chinos coman los churros con queso, que Mitt Romney sugiera que se puedan abrir las ventanillas de los aviones, o que en Cantabria se organice un torneo de golf que se llama ‘Cari cari’, pasarela de Pololas y Pitucas.

Me temo que todas estas referencias de la actualidad enhebran un inquietante relato que evidencia que nos enfrentamos a una realidad deconstruida, como las tortillas de Ferrán Adriá y los esperpentos de Valle-Inclán. Como nuestro particular Ecce Homo, ese rostro deformado del ángel pétreo, ahora descubierto por una mirada indiscreta, que toca la lira en el cielo del Casino de Santander con inacabada expresión, como si acabase de leer en el periódico que hemos gastado cuatro millones de euros y tres años de trabajo para descifrar el genoma del melón. O que el CSIC, junto con la Politécnica de Valencia, ha logrado producir geranios sin polen, para que no estornuden los alérgicos.

Después de esto, se puede digerir sin dificultad que Rajoy se gastase mil euros en una cena durante la Eurocopa, o que el marido de la Delegadísima de Madrid está en busca y captura –en ignorado paradero- porque se le reclama una deuda de más de 45.000 euros.

Cada semana diez familias cántabras pierden su casa por no poder pagar la hipoteca, mientras ven en la televisión como en Marte ya aterrizan más aeronaves que en el aeropuerto de Fabra en Castellón.
Los científicos siempre han tenido la esperanza de encontrar vida inteligente fuera del perímetro de la Tierra. Aquí dentro han dado por zanjada la búsqueda sin resultados dignos de mención. Las intervenciones políticas de Andreita Fabra y las televisivas de Belén Esteban han reforzado esta certeza. Y lo corrobora el afán de Romney por abrir la ventanilla del avión.

Inteligencia es lo que usas cuando no sabes qué hacer, dijo el psicólogo suizo Piaget. Y ya se sabe que en la sociedad actual estamos todos muy ocupados.

lunes, 24 de septiembre de 2012

La cuota ética


Lukashenko se gana a si mismo. El último dictador de Europa, el presidente de Bielorrusia, ha vencido a la abstención, su único enemigo en las elecciones legislativas -“aburridas y tranquilas”, tiene la cara de decir- celebradas ayer con sus contrincantes políticos en la cárcel o fuera de circulación.

Para certificar el pucherazo hemos enviado 16.000 observadores nacionales, 350 de la CEI (la Comunidad de Estados Independientes formada por las ex repúblicas soviéticas), 260 observadores de la Oficina para las Instituciones Democráticas y los Derechos Humanos de la OSCE y 74 miembros de la Asamblea Parlamentaria de la misma. Es decir, un observador por cada seiscientos bielorrusos certificará lo que ya sabíamos. Punto final. Lukashenko está en sintonía con Putin -quien también defiende el gobierno de otro tirano en Siria- personaje que cocina bien sus propios pucheros electorales y al que hace poco se abrazó nuestro Borbón, por el bien de las inversiones españolas, que –como todos los negocios- circulan en paralelo a los escrúpulos y la dignidad, sin ni siquiera rozarse.  

Poco sirve el aval de la razón frente al dinero. Hoy dice la prensa que los bosquimanos son el pueblo vivo más antiguo de la humanidad. Una humanidad que no conocen porque les hemos condenado al destierro, víctimas de los depredadores europeos que colonizaron sus tierras para exprimir su riqueza. Hoy quedan unos cien mil que malviven como un ejército de parias, la mayoría de ellos en las arenas del Kalahari, como apestados. En el año 2006 consiguieron que el Tribunal Supremo de Botsuana les diese la razón y les permitiese vivir y cazar en la Reserva del desierto por el que vagan. El Gobierno tuvo que tragar, pero les negó al acceso a los pozos de agua.

Hoy, en esa misma tierra conquistada, el Gobierno ha construido un hotel de lujo con piscina para turistas. Qué casualidad. Antes de pasar a saludar a Putin, allí se estuvo bañando hace poco el Borbón. Donde se ahogan de sed miles de personas.

Esa es la política internacional que nos corresponde. Mirar hacia otro lado y cultivar relaciones que supongan un rédito económico, no moral. Podemos negociar con Putin, disfrutar de Botsuana, vender armas al tirano sirio. Nuestra cuota ética se limita a lanzar dardos contra Chávez y Fidel Castro, por ejemplo. 

viernes, 21 de septiembre de 2012

Salvemos lo innecesario


La crisis no vence lo prescindible y arremete contra lo urgente. Hoy desembarca el emperador Carlos V en Laredo, y será recibido con más honores que los políticos cántabros en el acto de apertura del curso universitario donde, al parecer, han probado en directo las amargas mieles del desencanto ciudadano con el sonoro abucheo de un centenar de estudiantes.

Los ciudadanos normales -no se precisa un coeficiente extraordinario- no acertamos a desentrañar la paradoja de que en este país tenemos dinero para recrear oropeles imperialistas de cartón piedra y no para sostener la educación o la sanidad.
Esta desasosegante sensación de recelo sobre el cuestionable empleo del dinero público planea sobre nuestras humildes cabezas cada día, nada más despertar a la crisis con la primera luz de la mañana. Y la impresión se agrava a medida que las caducas hojas de realidad del periódico caen sobre nosotros como pesados ladrillos de desesperanza.

Otra vez nos predican austeridad, mientras las camas de geriatría vuelven al hospital de Liencres, donde estaban hace dos años y desde donde se trasladaron a la Residencia Cantabria, para lo que se acometió una costosa rehabilitación de la octava planta ahora inútil, por este caprichoso vaivén de los políticos de turno; quiénes luego pretenden hacernos creer que van a ahorrar en euro por cada merienda de café con leche y cuatro galletas que no se tome un enfermo.

Ayer, a esa misma hora, cuando los pacientes de los hospitales cántabros mojan la gravosa galleta –a la Consejería de Sanidad le cuesta cada una 20 céntimos, dicen-, en el Congreso se aprobaba un crédito de 1.782 millones de euros para comprar armamento militar. El ministro del ramo argumentó que “la industria de defensa es necesaria y genera riqueza” entre ellas, a la suya, a la empresa de la que el señor Morenés cobró hasta antesdeayer.

La perspectiva no mejora en la sección de economía porque, al parecer, el señor Ambrosio todavía sigue apegado al sillón de la extinta Caja Cantabria, cuando fue cesado en mayo y además tiene que devolver 120.000 euros en dietas que no tenía que haber percibido. Al parecer, no es una prioridad y el consejo de Liberbank ha postergado la decisión, para que siga cobrando sin merecerlo -se deduce- y exhibiendo sin pudor una vez más esa falta de notorio control sobre el dinero en las cajas de ahorro que nos ha dejado como estamos.

No aprendemos. Otra política presidirá desde ahora la Comisión Nacional del Mercado de Valores, la diputada popular Elvira Rodríguez, sin duda un nombramiento que garantiza la tan ponderada y nunca respetada independencia en las instituciones y organismos económicos.

El ministerio de Wert, por su parte, va a gastar 500.000 euros para hacer el enésimo estudio sobre la apertura de las Cuevas de Altamira, mientras el Gobierno pretende reventar el subsuelo cántabro en busca de petróleo con las infiltraciones del fracking.

Cáritas atiende ya a un millón de personas, a quienes el estado no protege ni ayuda porque está muy ocupado en los anteriores menesteres. Incluso Woody Allen, que se estrena hoy en las pantallas, ha sido seducido por el fascinante mundo de la subvención, y solo rueda en Europa por encargo del gobierno de turno spots propagandísticos que, aún así, siguen mereciendo asumir la subida del IVA en el precio de la entrada.

Por cierto, ayer robaron el cepillo de la iglesia de La Asunción de Torrelavega en plena misa. Se llevaron la hucha, que pesa más de veinte kilos y solo tenía cuatro euros. Ni que el golpe lo hubieran preparado desde algún consejo de ministros o de administración.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Españoles en el mundo


En lugar de declinar su carrera como jurado de algún concurso televisivo de nuevos talentos, Julio Iglesias retorna a la actualidad como analista político proponiendo recetas a lo Mario Conde para salvar la España de Rajoy, a quien considera un estoico capaz de dormir sobre una piedra. Pero su pensamiento se resume en una frase: “Soy muy español pero no tengo porqué pagar mis impuestos solo en España”, ha dicho. Esa es la casta de patriotas que arriman el hombro para levantar el país. 
Pero tal vez lo más delirante es su reflexión sobre el movimiento 15M: “A veces miro esta casa en la que vivo y pienso que sería susceptible de ser invadida”. Retrata sus verdaderas y tal vez miserables preocupaciones y, a la vez, nos libera de la necesidad de ponerle en evidencia, porque ya lo hace él solo estupendamente, delante de un país con tres millones de parados de larga duración y otros tanto en vías de compartir etiqueta.

Julio Iglesias representa a esa clase social económicamente privilegiada que necesita que exista España –una, grande y de libre mercado- como referente territorial de pandereta sobre el que proferir todo su ardor patriótico, inversamente proporcional a la alegría fiscal que provoque en su cuenta corriente.

Para esa estirpe de españoles de primera, España va bien si ellos ganan dinero, como hacían antes, sin controles, sin reproches. Hasta que consumieron nuestro futuro. El sacrificio, el esfuerzo de austeridad que nos pide Rajoy y el dinero para sostener la sanidad y la enseñanza gratuita que lo pongan otros, que el cantante, los banqueros y quienes más tienen lo custodian en paraísos artificiales donde se multiplica como panes y peces en una bienaventuranza fiscal a la medida de los intereses de su bolsillo. Luego nos hacen una declaración de amor para forjar un matrimonio de conveniencia con separación de bienes, claro.

Algunos dirán que el amor que profesa Julio Iglesias por España es más místico que fiscal, como el de Jesús por María Magdalena. Al menos, eso defiende el Vaticano a raíz del descubrimiento de un papiro del siglo IV escrito en copto que afirma que Jesucristo estuvo casado. Los célibes próceres de la Iglesia reconocen la autenticidad del documento pero prefieren interpretar que fue un matrimonio místico, al estilo de Santa Teresa de Jesús. Es una interpretación más complaciente que la verdad.

En realidad, toda religión peca de lo mismo. Los judíos ultraortodoxos de Israel han llegado al extremo de graduar mal sus gafas para cegarse a la tentación femenina. Utilizan lentes con menos dioptrías para difuminar los provocativos contornos de las mujeres. Siempre que se ha dicho que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Y, efectivamente, este refrán le cumplen con la misma ortodoxia que su integrismo religioso. Al pie de la letra.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

El tuerto es el rey


Una prueba del desatinado capitalismo que nos asfixia es que la ‘restauradora’ del Ecce Homo quiere cobrar derechos de autor a quienes visiten su obra, a la vista de la expectación que ha provocado el adefesio que, inexplicablemente, sigue colgado de la pared de la iglesia del pueblo; al menos, hasta que la mujer del ex senador Bárcenas se interese por él, ya que, al parecer, es aficionada a comprar y vender cuadros sin pagar el correspondiente peaje fiscal.
Su marido se ha apresurado a exculparla pero, de cara a la opinión pública, son muchos los tropiezos de los populares con el arte, teniendo en cuenta que en Cantabria, a los dos días de empezar a gobernar, descolgaron el mural de Orallo de la Biblioteca Central, atemorizados por el daño moral que les podría causar. Ahora, en su peculiar política de alcayata, coleccionan estampitas de santos y buscan desnortados la colección Norte, que nunca exhibirán porque considerarán sin duda demasiado procaz.

La reacción de Cecilia, mater de este Ecce Homo inspirado en Paquirrín, no hace más que imitar los peores vicios de ese pragmático liberalismo económico mal entendido que predican los poderosos: Lucrarse sin vergüenza, ni pudor, ni escrúpulos. Cristina García Rodero ha pasado de fotografiar a la España pobre y costumbrista a retratar a la familia real y no se atreve a confesar cuánto ha cobrado. Y Leticia no hace otra cosa que poner en práctica la lección bien aprendida de que por dinero todo vale, que es algo así como el abc del libre mercado emocional de la casquería rosa en la que se han enredado dos de nuestros dirigentes locales. El alcalde echa humo en la parrilla mediática de un desvaído Sálvame local, enfurruñado como un niño castigado sin recreo en el patio del Gobierno regional a cuenta de los retrasos del Plan General de Ordenación Urbana. Un documento que llevan cocinando ocho años y que no satisface a nadie, pero que todos quieren aprobar para empezar a dar licencias.
Diego y De la Serna se llevan igual de bien que Mariló e Igartiburu, abrazadas ayer en plató y chorreando almíbar suficiente como para confirmar su desencuentro. Menos mal que la televisión pública, para fortalecer audiencias, ha fichado al rey, a la pareja de Wert y a Bertín Osborne.
TVE dedicará doce personas a producir un programa de media hora sobre la actualidad de la casa real, que si decidiera ahondar más allá de lo institucional emularía el éxito de Falcon Crest. Me temo que se limitarán a reproducir las cartas de Juan Carlos a los españoles, misivas con las que ayer empezó a aleccionarnos en ese lenguaje manido y tópico que acostumbra. 
Resulta inoportuno y jocoso que el rey venga ahora a rubricar homilías a su pueblo, cuando si algo le hemos agradecido durante décadas es precisamente su prudencia y silencio. La torpeza es aún mayor cuando en vísperas del rescate, el Borbón se preocupa por las recurrentes ansias de independentismo catalán que cada cierto tiempo brotan con mayor o menor virulencia y que no es, ni de lejos, el principal problema de España, ni la preocupación de los ciudadanos.
Es lo que hay. Los referentes político-doctrinales de este país se llaman Juan Carlos de Borbón y Mario Conde. De los dos, el tuerto es el rey.

martes, 18 de septiembre de 2012

A media luz


Esta noche un vehículo equipado con sensores recorrerá las calles de Santander para detectar las bombillas fundidas, como la caricatura de un viaje futurista que escenifica la falta de iluminación de quienes lo inspiran. Para darle algo de empaque han bautizado la operación como City Light Scanning Optimization and Remediation, como si en lugar de circular con una camioneta por la cuesta de la Atalaya sacásemos a pasear una sonda por la superficie de Marte.

Los neardentales usaban plumas para ponerse guapos, dice hoy el periódico. Y lo siguen haciendo; al menos algunos descendientes para adornar disparatadas iniciativas que ya han contagiado a la ciencia. Un científico ruso pretende clonar un mamut lanudo utilizando un pelo de hace 10.000 años conservado en el hielo de Siberia. Es, sin duda, menos extravagante que tras varios meses de conflicto armado en Siria ayer la ONU anuncie ufana que ha reunido evidencias contundentes para acusar al gobierno del país de crímenes de guerra. De momento, las pruebas recopiladas se trasladarán al Tribunal Penal Internacional. Hay que ir despacio y con buena letra. Así, cuando ya no queden sirios de ningún bando podremos juzgar con garantías a los responsables del exterminio.

La misma lógica asiste a nuestro jefe de estado, el coronado Juan Carlos, quien en estos tiempos de extrema sensibilidad –a falta de cacerías y Corinas- ayer se entretenía jugando a pilotar uno de los 38 helicópteros de combate que nos hemos comprado. Un gasto de 22,5 millones de euros absolutamente imprescindible en tiempos de crisis que encaja a la perfección con los criterios de austeridad del Gobierno, que no tiene dinero –dice- para mamografías, ni pagar ni 400 euros a los parados pero si –suma otra paradoja- para el sueldo de 1.500 orientadores laborales que les ayuden a encontrar trabajo o para improductivos aparatos militares.

Aquí, el presidente de Cantabria en su excesivo afán por mimetizarse con los afectados por las preferentes firmó ayer, a la puerta del Parlamento, un documento que propone que Liberbank pase a llamarse Carcelbank. Ana Botella aplaude Eurovegas mientras prepara una ordenanza moralizadora para regular la prostitución y la mendicidad. Un ex directivo de la CAM declara ante el juez por concederse a si mismo créditos por importe de 17 millones de euros. Hasta Esperanza Thatcher nos libera de su despótico pontificado de tres décadas edificado bajo las ruinas democráticas de un ‘tamayazo’ que hemos asumido como parte de este putrefacto sistema. 

lunes, 17 de septiembre de 2012

Aquellos días sin horas


Los diputados cántabros vuelven hoy al cole, con una semana de retraso respecto a los alumnos de infantil que ya estrenaron su material escolar la semana pasada. Imagino que a estas horas apuran sus lápices para abordar la tarea de escribir la redacción sobre el verano que siempre encargan los profesores el primer día de escuela.

Siempre he odiado esa redacción del verano. Cuando iba a sexto de EGB decidí rebelarme contra el almibarado formato del relato sobre los días de estío, donde las vacaciones son idílicas, los lazos familiares se estrechan y todos pretendemos haber sido Heidi disfrutando de la compañía de las flores y los pájaros en las faldas de la montaña de los Alpes, o en la cálida orilla de la playa en una atardecer mediterráneo.

Ese año empecé –en adelante mantuve la costumbre- a editorializar sobre asuntos de actualidad, como la colza y otras variantes que, apuntaba ya maneras, me parecían más relevantes que el monótono discurrir de aquellos eternos veranos que, sin Internet, ni móviles y una sola televisión en horario restringido por la carta de ajuste, no ofrecían las mismas distracciones de hoy y, a la vez, resultaban ser mucho más estimulantes. Nunca hicieron comentario alguno de mis escritos, de lo que deduzco que nadie leía aquellas redacciones.

Los días se deslizaban muy despacio. Amanecía más temprano, y el aliento limpio de las primeras horas de la mañana embriagaba la cocina con la esencia húmeda de la escarcha que se mezclaba con el aroma de tostadas recién hechas. Probablemente todo era incluso más empalagoso que lo que reflejábamos con absoluta inocencia en la redacción del primer día de curso. Madrugábamos, corríamos, sorteábamos en bicicleta distancias kilométricas sin casco ni carrilbici. Matábamos las horas de la siesta que nunca echábamos tirando piedras sentados en la escalera de casa, cobijados en la sombra de las higueras, que no maduraban sus frutos hasta avanzado septiembre. Tocábamos la tierra, arrancábamos hierbas y nos revolcábamos sobre ella en las praderas cubiertas de pequeñas margaritas. Nos tumbábamos por la noche a ver estrellas, a imaginar el futuro, a dibujar sueños y a inventar historias ignorando cuánto añoramos de mayores esos ratos. Presumíamos que el mundo era enorme, y dentro de nosotros, en aquellas noches mirando al cielo, estallaba la energía, y el ardor de vivir y nos dibujábamos de mayores, y nos confesábamos las ganas de crecer. Y, a la mañana siguiente amanecíamos otra vez entre la escarcha y las tostadas, madrugaban nuestros sueños, íbamos corriendo a todas partes y, a veces, en un rincón, a solas, nos escondíamos y cerrábamos los ojos para soñar con otras vidas, todas aquellas que vivíamos a través de las historias que leíamos en los libros, que era nuestra única distracción. En aquella rutina estival, en aquellos días sin horas, que seguramente eran mucho más prosaicos de lo que yo soy capaz de recordar.

Ahora si puedo escribir esa fastidiosa redacción del verano. Ahora que los días no se deslizan a paso lento.

viernes, 14 de septiembre de 2012

El futuro no conquistado


Desde que la pantalla del cine Capitol proyectó aquel fascinante holograma de la princesa Leila en ‘La Guerra de las galaxias’, siempre he soñado con que se hiciese real. Supongo que hoy se pueden hacer cosas más sorprendentes, sin embargo me queda el deseo de acariciar con mis propios ojos una imagen tridimensional colgada del vacío, suspendida en el aire.
Hace tiempo leí que ya era posible, pero que al parecer nadie le encuentra mucho uso. Yo no renuncio a tener mi propia máquina de fabricar hologramas, aunque solo sea para sentir que de verdad hemos alcanzado ese estatus futurista que profetizaron el cine y la literatura. La superación de 1984 y 2001 sin que se haya producido ninguna verdadera odisea en el espacio, en los hábitos y estética que nos pronosticaron aquellas películas, ha defraudado todas las expectativas que tenía depositadas en alcanzar un horizonte futurista que se asemeje a lo vaticinado.

Las espadas de luz siguen siendo de hierro y las guerras son un cuerpo a cuerpo en las calles de Siria. Los coches aún circulan por carreteras secundarias y no tienen alas para esquivar los atascos, los trenes penden de frágiles catenarias y tampoco nos alimentamos con píldoras nutritivas sino que la gastronomía se ha convertido en una ciencia.

Al menos nos queda otra de las ilusiones prometidas. Al parecer, el pasado mes de mayo, un grupo de científicos consiguió teletransportar un fotón de La Palma a Tenerife, a través de 143 kilómetros al aire libre. Tardaremos en poder hacerlo nosotros, pero el día que ocurra no nos hará más libres. Nos permitirá prescindir de los vuelos de riesgo en las naves basura de Ryanair, pero enseguida surgirá un organismo regulador del tráfico del teletransporte presidido por un antiguo consejero de una caja de ahorros y nos obligarán a pagar una tasa por aparecernos en el aeropuerto de Fabra. Lo peor será que nadie nos garantizará un aterrizaje con todas nuestras partículas. Nos perderán partes del cuerpo con la misma agilidad que ahora extravían maletas, cuadros o vergüenzas.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Dèja vu


El dolor siempre produce memoria. De los periódicos que he leído, solo esta frase ha capturado mi atención. La ha pronunciado el artista expresionista José María Sicilia que inaugura exposición en la galería de Soledad Lorenzo. No coincido con ella pero me ha hecho pensar, después de soslayar estériles debates Bolinaga, dubitativos rescates del naufragio económico que se demoran, la recurrente espiral independentista o las actualizaciones de los trinques de Urdangarín.

Creo que hay dolores que se olvidan y alegrías que permanecen inmutables en el recuerdo. Porque somos el resultado de esa singular convivencia entre los dos extremos emocionales. Podemos resucitar dentro de nosotros las lágrimas y la risa, aunque siempre hay quien se adhiere a una vocación pesimista que le lleva a torturarse evocando solo malos recuerdos. Roger Moore, por ejemplo, es de los que no olvidan el dolor. Lo acaba de demostrar, destrozando –de paso- la potente imagen de James Bond. El actor acaba de confesar que ha sido víctima de violencia conyugal porque su primera mujer le golpeaba con una tetera. Cuesta asimilar que 007 no fuese capaz de defenderse ante tan singular y británico ataque.

Dicen que somos capaces de almacenar en el cerebro el equivalente a diez billones de páginas de enciclopedia. Cada uno decide de qué, aunque la mente humana es caprichosa y recordamos con mayor facilidad cosas absurdas e inútiles antes que aquellas que nos esforzamos por retener. Yo, por ejemplo, creo que no podré olvidar esta anécdota de James Bond, por lo insólita que me resulta.

Los señores de prodigiosa memoria que citan y citan son un aburrimiento, porque repiten y no piensan, no fabrican sus propias reflexiones. La memoria, además, hace creerse listos a quienes la ejercitan, aunque la capacidad de almacenar información no garantiza que sepamos procesarla. Esto es, no nos hace inteligentes. Aunque el extremo contrario tampoco. La ausencia de memoria nos embrutece, nos coloca una y otra vez en los mismos abismos, los mismos puentes, los mismos bucles. Eso que, sin saberlo, nos hace reproducir una y otra vez los mismos escenarios, como el dèja vu permanente que nos tortura desde las páginas de la actualidad.

Hoy han descubierto una plantación de marihuana al lado de unas colmenas de abejas en Soba. Me parece que vamos a necesitar un poco de esa miel para resistir el invierno.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Cicuta literaria


Luis Antonio de Villena dice hoy en El Mundo que todo personaje interesante es políticamente incorrecto, lo que condena al limbo del antónimo de la seducción a la mayor parte de los nombres propios de la actualidad. Villena se refiere a Houellebecq, sugestivo, insolente, vitriólico escritor que dibuja historias de fracaso con cicuta, amargas como esa realidad gris que nos atrapa en donde no habitan caballeros, ni héroes ni duendes mágicos, donde Esperanza Aguirre es una caricatura de la Thatcher y Sánchez Gordillo un esperpéntico Robin Hood.

Como en los escenarios de la derrota del escritor francés, uno de cada cuatro jóvenes españoles ni estudia ni trabaja, mientras 16,9 millones de trabajadores sostienen a casi nueve millones de pensionistas y seis millones de parados. La Seguridad Social recurre por primera vez en la historia a las reservas para pagar las pensiones. Descuartizan una ternera en Liencres para robar la carne. Y, por primera vez, los palestinos se han echado a la calle para manifestarse contra los recortes económicos, y no contra Israel.

La sombría y lánguida realidad que contienen estas píldoras nos enfrenta a un futuro incómodo que parece diseñado por la pesimista pluma de Houellebecq. Ahora que se ha descubierto cómo atacar a las células resistentes a la quimioterapia, ojala pudiésemos aplicar el método a los testarudos mercados financieros, inmunes a reaccionar con inyecciones de sentido común económico.

Empiezo a sospechar que remamos en la dirección contraria. El libre mercado no es un paraíso de oportunidades para todos, es solo un negocio para cuatro privilegiados. Más concretamente, para los quince clanes que controlan la bolsa española y para las diez multinacionales propietarias de todo lo que compramos en los supermercados, amén del oligopolio del petróleo o las industrias farmacéuticas.

Las páginas de `Las partículas elementales´ del provocador escritor francés han cobrado vida propia más allá de la imaginación del autor y de los ojos del lector. Ahí queda impreso el retrato del ocaso del pensamiento burgués y el fracaso de los sistemas que algunos –ingenuos o interesados- aún plantean como alternativa, como el lugar donde hemos sido felices y al que debemos volver. A sabiendas de que nos ha hecho naufragar. 

martes, 11 de septiembre de 2012

Los infelices


Hoy hace nueve años que prendí mi último cigarrillo. Me gusta no fumar, pero añoro el placer de hacerlo. Lo detesto y a la vez lo echo de menos. No se si me hace feliz fumar o no fumar.

En el ocaso del estío la Universidad Internacional Menéndez Pelayo ha reunido a expertos de todas las disciplinas para debatir sobre la felicidad. Al parecer, Bután fue el primer país del mundo que en lugar de utilizar el PIB para medir su prosperidad económica usó el indicador de la Felicidad Interior Bruta. Si después de la entrevista de Rajoy los españoles nos evaluamos con este parámetro confirmaríamos los peores augurios de Nietzche, que ya dijo que el ser humano está concebido para sufrir –en este caso- a manos de este desbaratado estado de malestar donde ayuntamientos como el de Barcelona llegan al extremo de cobrar la plusvalía a las familias que entregan su vivienda al banco para satisfacer la deuda de la hipoteca.

Aristóteles considera que ser feliz es ser humano en su plenitud y admite que hay personas que entienden la felicidad como placer mientras que para otras es alcanzar honores o conocimiento intelectual. Un cínico o un estoico defendería que ser feliz es valerse por si mismo, ser independiente. Y para un hedonista como Epicuro ser feliz es experimentar placer y evitar el sufrimiento.

Intelectuales, sabios, escritores y manuales de autoayuda coinciden en señalar que el altruismo provoca más felicidad que el egoísmo y que la riqueza por si sola no nos hace más felices. Dar es mejor que recibir y el dinero no produce felicidad. Pero nos empeñamos en cultivar infelicidad, en fertilizar la cuenta corriente para comprar bienes que únicamente nos producen una satisfacción efímera. 

lunes, 10 de septiembre de 2012

Ardientes desvaríos


Qué mal acostumbrado están los franceses. El hombre más rico del país se les fuga a Bélgica para pagar menos impuestos y esta circunstancia desata un cabreo monumental en el país. Aquí, en la ínsula de Barataria, llevamos años aplaudiendo a millonarios deportistas que cotizan sus medallas de oro en paraísos extranjeros y a empresarios como Florentino o Ana Rosa que escabullen sus obligaciones fiscales amparados en el invento de las SICAV. Y, la verdad, nunca nos han escandalizado tales comportamientos. Por eso, provoca hilaridad que algunos piensen que Hollande no debe apretar el cinturón a los ricos, no sea que se molesten.

En España los pudientes no llevan ni correa, se aguantan los pantalones con tirantes para que la gravedad no les deje al desnudo las vergüenzas de sus negocios y patrimonios, mientras el resto de los ciudadanos somos los portadores de ese cinturón fiscal único para salvar el país.

Además, quienes ya no alcancen el derecho a un trabajo indigno pueden ser obligados a colaborar en la extinción de incendios. El Gobierno de este país pretende tratar a los desempleados como esclavos desprovistos de derechos, cuando son trabajadores que han forjado su derecho al subsidio cotizando previamente más de lo que van a recibir, no cómo la improductiva Fátima Báñez que no ha trabajado en su vida hasta que, en compensación, la nombraron ministra del ramo.

No se, puestos a proponer despropósitos, que saquen a los presos de las cárceles –esos sí que son un lastre para el estado: Alojamiento, comida y atención sanitaria gratis- para ejercer de bomberos, o que convoquen para las ardientes faenas de apagafuegos a la enorme lista de defraudadores de Hacienda o morosos de la Seguridad Social. Sería un gustazo ver la foto de algunos presidentes de clubes de fútbol tirando de manguera.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Caída libre


A las siete y media de la mañana un pasajero del vuelo de Ryanair entre Madrid y Canarias abrió el periódico y al instante le sacudió una bofetada de aire podrido. Se ajustó las gafas y leyó atónito que Bankia podría necesitar más de los 19.000 millones de euros pedidos al estado, apuntan que 65.000. Súbitamente, en la cabina empezó a faltar el aire y los pasajeros se enchufaron a las mascarillas de oxígeno para superar la despresurización que causó la noticia.

Mientras perdían altura suplicaban un rescate y maldecían la parsimonia de un líder que necesita ser empujado al salón a saludar a sus viejas tías, como aquellos niños pacatos y repeinados que no se atrevían a pasar de la puerta cuando había visita en casa.

Antes del final feliz del aterrizaje de emergencia la memoria les jugó una mala pasada y resucitó la profecía que ayer hizo Obama: “Nuestro camino es más duro, pero lleva a un lugar mejor”, uno de esos mantras de almanaque que más que una postura política es un acto de fe ideológico. Se la podría aplicar Mariano como alternativa al eterno y cíclico ‘haré lo que tenga que hacer’ que tanta inquietud provoca en los mercados.

Una vez en tierra, algunos pasajeros sufrieron crisis de ansiedad. Probablemente aquellos que continuaron leyendo el periódico mientras esperaban las maletas, azotados por la zozobra constante de una realidad oscura, ridícula y adversa. La señora Cospedal se propone reducir las cortes a la mitad, consciente de lo incómodo que resulta dar explicaciones al Parlamento. No se plantea en cambio la necesidad de hacer lo mismo con su aparato de gobierno, dado que cada vez hay menos dinero que gestionar. Falta hace que cada vez sean menos quienes piensen, a la vista de los cáusticos efectos de algunas iniciativas como que el Ayuntamiento de Santander gaste dinero en enseñarnos a montar en bici o que Madrid y Barcelona siembren su futuro en dos Eurovegas. 

jueves, 6 de septiembre de 2012

Involución


El homo anteccesor, un ejemplar que vivió hace 800.000 años en Atapuerca, era tan canibal como algunos de los africanos que escandalizaron la pusilánime inocencia de nuestra infancia cocinando exploradores en aquellas ollas avivadas por las llamas de la imaginación de los tebeos.

Hoy dice el periódico que comía criaturas de otras tribus para marcar y ampliar su territorio. Miles de años más tarde, la conducta del ser humano se mantiene semejante. Ayer Contador se comió a Purito en una extraordinaria hazaña ciclista camino de Fuente Dé. Y hoy el voraz apetito de Angela Merkel aterriza en España con ánsias de merendarse al melindroso Rajoy, y a lo poco que queda ya de aquello que dicen que fue un estado de bienestar. Los bancos, las eléctricas y las telefónicas, herederas directas del canibalismo del homo anteccesor, reviven su particular Atapuerca fagocitando nuestras cuentas de ahorro y nuestra moral con comisiones, facturas de lecturas estimadas y sin estimar, timos e incumplimientos varios; con intereses hipotecarios vitalicios y demás inventos financieros para hacer más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, preservando así el ecosistema deprededador capitalista.

Para sacudirse del yugo de dominación del homo anteccesor algunos se hacen toreros -que es un cada vez más cuestionado canibalismo ritual proyectado sobre otra especie-, otros dan patadas a un balón, y el resto miramos y aplaudimos tratando de esquivar que nos abran los ojos los más de 70.000 pensamientos que nos asaltan a diario. 

Los científicos dicen que el cerebro humano ha reducido su tamaño en un 30 por ciento en los últimos 30.000 años. El equivalente a una pelota de tenis. Los primeros efectos son ya visibles en Putin, quien volará en ala delta para dirigir el vuelo migratorio de las cigüeñas de Siberia a Asia central camuflado con una bata blanca, para que las aves le confundan con su progenitor. Menudo pájaro.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

El destape


Ahora que hemos tomado conciencia de que no habitamos un país con un tesoro público infinito, escandalizan ciertas prebendas que los cargos públicos disfrutaban con desvergüenza y desparpajo en el silencioso limbo de lo cómodamente amoral. Mientras hubo para todo nunca nos hicimos preguntas y los periodistas, al parecer, pasábamos por alto estas pequeñas grandes arbitrariedades y desafueros que ahora son noticia y antes no, tampoco se sabe por qué.
Hoy, en medio de esta pertinaz sequía financiera, hemos pasado al extremo contrario y nos causan escándalo y rechazo las mismas canonjías políticas que antes tolerábamos con indiferencia y que la mayoría de los ciudadanos ignoraban, gracias al fecundo trabajo de los medios de comunicación que no lo contaban. Son ellos quienes ahora se empeñan en destapar y destacar salarios, pensiones e indemnizaciones impúdicas. Pero solo ahora, cuando todo se desmorona y no antes, cuando acaso podrían haber contribuido a frenar una sangría con la que, presumo, muchos se apagaban la sed.
Ahora, al parecer, algunos de ellos también ejercen de indignados y lapidan en primera plana a quienes antes protegieron de luz de sus flashes y, gracias a este cambio de rumbo, los ciudadanos contemplamos atónitos la pornográfica radiografía política de este país.

En esta era del destape descubrimos –malversaciones y prevaricaciones aparte- que demasiados cargos públicos de este país abonados a instituciones y consejos de administración de cajas y empresas públicas llevan tiempo lucrándose de sustanciosas indemnizaciones, salarios por encima de sus capacidades, caprichos de lujo pagados con el dinero de todos y fabulosas pensiones.

Tras despedir a inútiles directivos de cajas de ahorro arruinadas con compensaciones millonarias, dos ex presidentes del Tribunal de Cuentas también reclaman al Congreso qué hay de lo suyo, es decir, que piden 180.000 euros cada uno como indemnización por haber dejado el cargo. Tampoco se queda atrás la ex defensora del Pueblo, María Luisa Cava, que ejerció el cargo en funciones y ahora que ha sido relevada también exige cobrarla. Todos los días se suma uno más.

La cuestión no es si Carlos Divar renuncia a su indemnización. La cuestión es por qué tiene derecho a ella. Si en lo público no hubiera indemnizaciones ni pensiones escandalosas no habría que asumir la vergüenza de pagarlas. Los cargos y representantes públicos en instituciones, cajas y consejos de administración deberían tener las mismas condiciones laborales que el resto de los trabajadores del estado, sin disfrutar de prebenda alguna. Ahora que azotan malos vientos descubrimos que todos ellos tienen derecho a ser indemnizados. ¿Por qué? ¿Por haber tenido la suerte de desempeñar un trabajo por el que ya han estado cobrando un generoso salario, en muchos casos sin tener que acreditar competencia formativa ni profesional alguna?

Ojalá el Estado fuera tan clemente con quienes de verdad lo necesitan. Porque mientras ellos se blindan con injustas pensiones e indemnizaciones a los demás nos aplican la reforma laboral. Por algo será que no la comparten.

martes, 4 de septiembre de 2012

El cielo de los 'sin blanca'


Hoy que conocemos que en España hay 38.179 parados más, correspondería difundir a cuántos desempleados se ha contratado en Alfoz de Lloredo con los gintonics solidarios a precio de saldo con limones de Novales que se tomaron los políticos populares este verano para recaudar fondos a tal fin.

A la postre, aunque singular y desconcertante, esta peculiar tómbola alcohólica -si acaso derivó en algo- es la única iniciativa directa para generar empleo que se ha puesto en marcha en Cantabria en los últimos meses, más allá de los recurrentes anuncios de que abrirán sus puertas una empresa que competirá con Hergom, una universidad privada y algún almacén comercial. Proyectos que se van dilatando y, que en todo caso, no podrán equilibrar el saldo negativo de la balanza de empleo cántabra sacudida por constantes regulaciones de empleo.

Mientras recurrimos a los gintonics como política de empleo, estamos a la espera de ver germinar los frutos de InverCantabria, con el mismo escepticismo con el que todavía esperamos recolectar alguno de su predecesor Plan de Gobernanza. Tópicos de legislatura; todos quieren tener un plan de gobierno para incumplirle, como ya hacen con los programas electorales.

En Santander ya hemos atravesado varias fases, primero fracasamos como capital cultural y ahora aspiramos a la inteligencia urbana, que vamos camino de trasmutar en su antónimo gracias a un alcalde que presume de que puede controlar desde su móvil que cantidad de basura por minuto acumulan los contenedores de la ciudad. Se trata, sin duda, de un conocimiento vital para el desarrollo de la convivencia urbana y del estado de bienestar. Supongo que, en paralelo a esta desconcertante iniciativa, unos paneles indicarán en tiempo real a qué contenedores se pueden dirigir quienes ya no cobran ni los 400 euros para rescatar yogures caducados y fruta podrida.

Sea, pues, bendecida la inteligencia de Santander pues –de otro modo- los indigentes, que cada día somos más, podríamos caer en la tentación de evocar la toma de Perejil y conquistar la isla de Mouro para reivindicar que aviones de la ONU nos lancen paquetes de ayuda humanitaria, como si fuésemos Bankia y nos lloviesen 4.500 millones de euros del Frob (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), que es el cielo de los sin blanca.

¡Quién fuera banco podrido o comunidad autónoma saqueada! Con todas las instituciones que llevamos años manteniendo solo podemos llamar a la puerta de Cáritas. O a la de Carlos Divar, a quien –todavía- algún tonto, hoy, aplaude que renuncie a la indemnización que gastó por adelantado en hoteles, cenas y viajes de lujo que nunca pagó. Ni devolvió.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Difuminados por el absurdo


Resulta absurdo que para soslayar mentalmente esta vuelta al cole tan amarga hoy estemos más pendientes de la tristeza de Ronaldo que de los desahucios, el paro, el IVA y la prima de riesgo. Hoy dicen los periódicos que Alemania cree que Rajoy se equivoca de prioridades. España también. Acaso él constituye ya la única excepción y nos conduce como un perro pastor ciego y desorientado hacia el fondo del precipicio económico en el que vivimos permanentemente precipitados.
Dicen que Mariano se confunde al presionar para que baje la prima de riesgo, en lugar de bajar el paro con alguna de esas recetas mágicas que dijo tener para ganar las elecciones, y que han resultado una fórmula inversamente proporcional al objetivo inicial.
Quizá por ello, en una irracional huida hacia delante, no ve más solución que echar leña al fuego en una desconcertante espiral del ridículo. Y resulta que, por ejemplo, vamos a poner más controles -y a tratar como estafadores- a quiénes cobran 400 euros que a los políticos metidos a banqueros que se blindan contratos y pensiones millonarias. Mientras a determinados funcionarios se les paga con dinero público sanidad privada –véase el Ayuntamiento de Santander que emplea 1,2 millones de euros en cotizar al Igualatorio por sus empleados-, al resto de ciudadanos se les recortan prestaciones, medicinas y asistencia. Y, puestos a aliñar esta ensalada de despropósitos, Mariano incrementa el IVA, para que si ya nos daba miedo consumir, ahora el pánico a los números rojos lo reduzca a la mínima expresión.

El sentimiento de inutilidad de este estado de derecho y social tan ponderado por los teóricos se extiende al resto del mundo. Europa se afana, con poca intensidad y menos éxito, en controlar un poroso embargo de armas a Siria, mientras desperdicia energía en  garantizar que ninguno de nosotros se suba a un avión con más de cien mililitros de aceite de almendras dulces o tónico facial.

Creo que es una profecía: Después de la era Mariano vamos a quedar de difuminados como el Ecce homo de Cecilia, borrosos, desdibujados. No nos van a conocer en Europa. Estamos en camino. El rey da un manotazo a su chófer, un diputado popular las pasa canutas con cinco mil euros al mes y resucitamos el impropio debate de la segregación de los alumnos por sexo mientras estallan las esperanzas de la primavera árabe con la imagen de una mujer con velo presentando por primera vez el telediario en Egipto.

La distracción alternativa que nos ofrecen es peor: Bolinaga o Bretón. Al final se comprende que miles de españoles vivamos hoy pendientes de un folletín futbolístico, la realidad paralela de la fingida melancolía de Ronaldo.

La mejor noticia del periódico es que nos espera una semana anticiclónica, aunque de momento, que raro, parece una de las predicciones de Rajoy, porque avanza la mañana y aún no ha salido el sol.